Así es el GOLF, con mayúsculas, para lo bueno y lo malo, semanas preparando la estrategia de juego estudiando el como afrontar el cuarto Grande para que en el primer golpe y en tan solo diez minutos todo lo dispuesto se venga abajo sin compasión. Eso es lo que le sucedió a Rory McIlroy en Royal Portrush cuando su primer tiro desde el tee del uno se iba fuera de límites rompiendo el teléfono de un espectador.
Un «out» que venía acompañado de un cuádruplebogey después de irse de nuevo al rough. Un ocho que más tarde traería un nuevo bogey en el tres después de desaprovechar el par 5 del dos, maquillados con dos birdies en el siete y en el nueve para cerrar los primeros nueve con 39 golpes.
Pero la realidad para quién ostenta el record del campo desde 2005, cuando Rory tenía tan solo 16 años, volvería en el último tramo de la vuelta cuando anotaba un doblebogey en el 16 y un triple en el par 4 del 18. Un jarro de agua fría para el poseedor de cuatro Grandes, incluido el Open de 2014, que lo sitúa en el furgón de cola en esta primera jornada al entregar una cartulina de 79 golpes, +8.
Ahora habrá que esperar a la segunda jornada para ver la reacción del norirlandés ya que si alguien es capaz de remontar ese es McIlroy. Rory afrontará esa segunda jornada con +8 muy lejos del corte provisional, un corte que transcurridas dos terceras partes de la primera ronda figura en +1.
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