A buen seguro que desde las altas esferas del PGA Tour ya se ha elaborado una lista de buenos propósitos para este nuevo año que recién ha comenzado. Y no nos cabe la menor duda de que la lucha contra el juego lento ha ocupado un lugar primordial en esta enumeración de objetivos que se antojan importantes para que el Golf continúe dando pasos importantes en su avance. De hecho, el propio circuito ya se ha puesto manos a la obra y ha anunciado una serie de cambios que, de poderse llevar a la práctica, supondrían un enorme adelanto en la manera en que concebimos el juego.
Sobre todo porque vamos a pasar de un sistema permisivo donde poner a los jugadores “en el reloj” era la pena por tardar más de 50 segundos por golpe -aunque en la práctica el último jugador penalizado por ello fue Glen Day en el Honda Classic de 1995– a uno donde, si realmente se llevaran a buen puerto los propósitos que antes mencionábamos, podríamos ver incluso perder golpes a los golfistas.
Con esto lo que se pretende no es bajar los tiempos de juego de las rondas, como se había llegado a comentar, -“centrarse sólo en el tiempo acarrearía otros problemas”, afirmó Monahan en Hawái- sino modificar los hábitos de los jugadores que acrecientan la frustración de los largos tiempos sin hacer nada.
“Si hablamos con retrospectiva, los tiempos de juego de las rondas tampoco han variado mucho en los 20 últimos años”, confirmó recientemente el comisionado del PGA Tour, citando investigaciones de datos históricos de ShotLink. Según estos mismos datos, el diez por ciento más lento de los jugadores se demoran una media de 63 segundos en patear en los greenes, 25 segundos más de media que el diez por ciento de los más rápidos. Una tendencia que continúa con el diez por ciento más lento en realizar los golpes de approach, con una media de 55 segundos.
Por todo ello, se van a establecer una serie de medidas cuya principal novedad estriba en que no se va a reparar en el grupo que juegue lento, sino en los jugadores que lo ocasionen de manera individualizada. De este modo se creará una “lista de observación”, que se mantendrá privada para público y jugadores y a la que estos sólo podrán tener acceso cuando sean advertidos o sancionados. El principal parámetro que cumplir es que, si no hay causa que lo impida, cada golpe ha de jugarse por debajo de 60 segundos. En el momento que se exceda de este minuto, los oficiales tendrán la obligación de cronometrar a ese jugador individualmente informando al protagonista de ello. Esto cesará en el momento en que el golfista complete dos hoyos sin volver a incumplir esta norma.
Pero hay más. Si se observa que un jugador tarda más de 120 seguros en un disparo sin una razón válida se entenderá que este jugador ha incurrido en un “tiempo de tiro excesivo” y se le controlará toda la ronda. Además, las penas no serán las mismas. Pues si bien un exceso de 60 segundos comporta una advertencia y, a partir de aquí, un golpe de penalidad por cada vez que lo haga -con multas de diez mil dólares y veinte mil a partir de la segunda-, los excesos de más de 120 segundos acarrearán también golpes de penalidad, pero multas de 50 mil dólares y 70 mil a partir de la segunda.
“No estamos buscando hacer llegar estas sanciones, pero los jugadores deben saber que están ahí”, argumentan desde el circuito. Toda una declaración de intenciones que veremos si no queda en agua de borrajas a partir de su aplicación en el Heritage de abril. Hasta entonces -y a partir de esta semana-, se efectuarán las pruebas pertinentes.