Nuevos tiempos, nuevas ideas. Esto es lo que debieron de pensar en el PGA Tour cuando se le vino encima la interrupción de la competición el pasado curso. Más allá de por el propio parón del Golf, por lo que iba a costar la vuelta a la normalidad -de hecho, no se equivocaron ni un ápice-. Los aficionados iban a estar un tiempo alejados de los recintos y eso llevaba aparejada la minoración de ingresos por entradas, una parte esencial del presupuesto anual de cada uno de los campeonatos que integran el mejor circuito del planeta.
Fue por esto que, llegado el otoño y la vuelta muy gradual de los fans a los campos -aunque fuera a modo de invitaciones– el PGA Tour volvió a realizar los miércoles el tradicional Pro-Am -habida cuenta de que su disputa también supone un parte muy importante del dinero con el que cuentan los torneos-. Y aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid -o en este caso que el formato de los Pro-Am estaba ya muy manido y necesitaba una mano de pintura- se decidieron por darle un lavado de cara con una idea que comenzó a tomar forma en 2018.
Con el nuevo formato los amateurs pasarían a vivir la experiencia “9&9”, que no es otra cosa que disfrutar los nueve primeros hoyos con un profesional y los nueve segundos con otro. De este modo se conseguían dos cosas: suavizar el compromiso de los jugadores no obligándoles a disputar una ronda entera y darle la oportunidad de los aficionados de jugar con dos golfistas distintos. Una gran idea a la que ya se acogieron 7 campeonatos desde que se dio a conocer la noticia y a la que cada vez se van a sumar más y más torneos.
Y es que según Greensheet, una nota interna enviada a los jugadores el mes pasado les informaba de que el número de eventos que se han acogido a estas nuevas hechuras se ha extendido hasta 18 en la presente temporada. Número muy a tener en cuenta y que seguro aumenta para los siguientes cursos.