El Phoenix Open no es un torneo del PGA Tour cualquiera. Ya desde las primeras horas de la mañana se siente el fragor de la anticipación en las más de 70 fraternidades de la Arizona State University (ASU). Han esperado todo el año para celebrar su gran fiesta anual, una fiesta que se prolongará todo el fin de semana, no en una discoteca o un estadio, sino en un campo de golf.
El Waste Management Phoenix Open es la gran fiesta del golf, una celebración que se siente en la música, en la vestimenta, en el griterío y sobre todo en la afluencia de más de 700 mil espectadores durante el torneo, la mayoría alumnos o ex alumnos de la ASU venidos de todos los rincones de Estados Unidos y el mundo para rememorar sus juergas universitarias.
“Es muy divertido en comparación con lo que hacemos como norma general. Es una experiencia única difícil de explicar”, declaraba al PGA Tour el golfista español Jon Rahm, ilustre ex alumno de la ASU. “La mayoría de la gente que viene asiste o ha asistido a Arizona State University, es un poco como los equipos de fútbol de tu ciudad. No importa donde vivas, sigues apoyando a ese equipo y es parte de tu vida”, agregó.
La prueba de esa pasión por el alma mater está en la aglomeración de camisetas, gorras y símbolos del tridente de los Sun Devils (Diablos del Sol), el nombre de los equipos deportivos de la ASU, en los que Rahm brilló como el mejor golfista amateur del mundo en sus últimos dos años de universidad.
“El hecho de estar en casa es un gran apoyo. Es una gran fiesta, pero afortunadamente la mayoría están a mi favor”, comentó Rahm, que sigue residiendo en Scottsdale y es miembro de los mismos campos que muchos de los 55 Thunderbirds, los organizadores del Waste Management Phoenix Open.
Jon Rahm se estrenó en este torneo en 2015, cuando todavía le quedaban dos años de universidad, con cuatro rondas bajo el par y empatado en el quinto puesto. “Jugar bien me dio mucha confianza. Me corroboró el hecho de que tenía la capacidad de jugar con los mejores del mundo y que no tenía que jugar mi mejor golf para ganar un torneo”, dijo Rahm.
Entre sus mejores recuerdos de ese estreno: un eagle en el hoyo 17 y por supuesto la entrada en el famoso hoyo 16, un par 3 rodeado de gradas con más de 20 mil personas que esperan la llegada de los jugadores como si estuvieran en un circo romano a ritmo de rock. “La primera vez estaba muy nervioso, pero me di cuenta de que no afectaba tanto. Al final se controlar la adrenalina y ajustar la distancia”, dijo Rahm, después de vivir lo más parecido a tirar un penalti en San Mamés, el estadio de su querido Athletic de Bilbao.
“Es un torneo donde vives un poco la experiencia que viven los jugadores de fútbol en los estadios. Es el único torneo donde yo me pongo nervioso en un solo hoyo”, dijo el golfista mexicano Carlos Ortiz.
“Te querría decir que no, pero el 16 te hace sentir una vibra muy diferente. Sobre todo, porque las personas se meten con los jugadores. A veces me toca que la gente te grita para sacarte de juego o ayudarte”, agregó Ortiz acerca de la presión desenfrenada para acertar el green y salir con vida del estadio con un par o un birdie.
El golfista de Guadalajara ha tenido ocasión esta semana de compartir impresiones y consejos con su paisana y leyenda del golf femenino Lorena Ochoa, participante en el ProAm del miércoles. “Es muy impresionante que los jugadores de alguna manera tienen que olvidarse del ruido, aprender a jugar con él y reírse de los malos comentarios”, dijo Ochoa. Su recomendación: “No tomarte nada personal y simplemente divertirte”.
El argentino Emiliano Grillo ya lleva cinco participaciones en el Waste Management y coincide con la mexicana. “Te puede gustar o lo puedes odiar. Te gusta y lo odias en la misma semana. Yo intento disfrutarlo y por eso vuelvo todos los años”, dijo Grillo.
También repiten todos los años alrededor de 250 mil personas que acuden tan solo el sábado dispuestas a festejar, y de paso celebrar el golf. Un programa de celebraciones que comienza con múltiples fiestas de alumnos y ex alumnos de la ASU el viernes por la noche, acampadas a la entrada del campo en la madrugada y carreras para ocupar las mejores vistas alrededor del hoyo 16.
Una fiesta que culmina con cientos de miles de personas haciendo el signo del tridente con los dedos a ritmo de rock mientras los golfistas intentan concentrarse para meter la bola en un hoyo diminuto.