Probablemente no vuelva a ser aquel jugador dominante que impuso la tiranía en el mundo del Golf durante muchos años, pero no pueden negar que les produce un hormigueo en el estómago cuando ven a Tiger Woods en “modo Tiger Woods”. Este fin de semana, de hecho, tuvimos esta sensación por partida doble gracias a dos enormes vueltas el sábado y el domingo que le permitieron arrancar un Top 11 de un evento en el que el viernes se libró por muy poco de caer eliminado.
En la jornada del movimiento maravilló a todos los aficionados con esos ocho birdies sin error en las doce primeras banderas y en los últimos 18 hoyos arrancó por los mismos derroteros. Seis birdies sin error en las doce primeras banderas que le llegaron a colocar momentáneamente en la segunda posición, solo por detrás del extraterrestre Webb Simpson. Lástima por el bogey en el 14 y, sobre todo, por el doblebogey en el 17, pues su esfuerzo mereció una mayor recompensa.
A la vista están sus registros sobre la hierba del TPC Sawgrass. Woods fue el séptimo jugador de la semana que más distancia alcanzó con el driver, octavo en la estadística GIR -greenes en regulación- y un martillo pilón con los pares 5, de donde sacó partido a base de fuerza y precisión.
Y es que si para algo han servido estos postreros 36 hoyos del Players es para verle ascender hasta el 80º puesto del ranking mundial -en nada volveremos a tenerle en los Campeonatos del Mundo- y para acallar a los escépticos, que veían su vuelta más como una triquiñuela de marketing que como un acto de superación. Porque a este nivel sí que puede competir donde quiera y contra quien quiera. Estará más acertado o lo estará menos, pero lo que nadie puede poner en duda es que este no es ese Tiger que se arrastró -hay que ser claros en este punto- durante varios torneos a comienzos de 2017. Y eso el público lo sabe. Y lo agradece.