Andaba la mañana algo fresca y nublada cuando salió el sol para acoger a Jon Rahm y sus compañeros de partido. Al filo de las 13:00 horas, el astro rey estelar se sumaba a la fiesta para embellecer a astro rey del golf español, todo bien dispuesto para que el golfista vasco brillara con la intensidad que merecen sus apasionantes acciones, convertidas en gestas numéricas para mayor lustre de sus impresionantes actuaciones.
Porque Jon Rahm, por si cabía alguna duda, se hizo con el triunfo del Open de España, el tercero de su admirable trayectoria deportiva (2018, 2019 y 2022), igualando en el palmarés de este torneo al maestro Severiano Ballesteros.
Pasado y presente (y futuro, que a Rahm le queda por delante una larga y fructífera carrera) unidos en el corazón de los aficionados españoles, que antaño y hoy forman una piña de enormes dimensiones ávidos de contemplar, por cientos y por miles, un juego admirable capaz inscribirse en los anales de un torneo centenario por el que han pasado, como él mismo, los mejores jugadores.
Jon Rahm, convincente, espectacular, querido y amado por su multitudinaria legión de seguidores, 62 golpes en la última ronda, a uno del mejor registro en el Club de Campo, añadió épica a su tercer triunfo dinamitando el récord de resultado ganador más bajo del torneo, 25 bajo par que supera el 22 bajo par que él mismo ostentaba desde la edición de 2019 y que igualaba entonces el registro de Kenneth Ferrie en 2003, en aquel entonces campeón en desempate frente a Peter Hedblom y Peter Lawrie.
La historia del Open de España, en mayúsculas, estaba en juego en el tee del hoy 1, un reto al alcance únicamente de aquellos jugadores que, como Jon Rahm, son capaces de escribirla de su propio puño y letra.
Sus compañeros de partido, el australiano Min Woo Lee y el sudafricano Louis De Jager, a uno y tres golpes de diferencia al inicio del día, tomaron pronto conciencia de que su papel era asistir como espectadores de lujo a una exhibición de juego que perdurará en la leyenda.
Comenzaba la batalla, comenzaba el lento pero apasionante discurrir de una masa humana entorno a su adorado campeón, comenzaba la implacable sucesión de acciones que dinamitaban a cada poco la moral de unos rivales que respondían como podían al caudal de aciertos de un jugador empañado en ofrecer lo que sus fieles seguidores demandaban a gritos, acierto, riesgo, espectáculo, pasión a raudales.
Birdies en los hoyos 2, 6, 7, 9, 11…, Min Woo Lee, receptor de cuatro días de magisterio que forman parte de su formación golfística, compañero de partido de Rahm de jueves a domingo, sucumbió a la evidencia a pesar de que durante siete hoyos ofreció visible resistencia.
Luego llegó su colapso coincidiendo con el encumbramiento prematuro de Jon Rahm como omnipresente receptor de elogios, incluso cuando cometió su único error del día en el hoyo 12. La gente, su gente, sus incondicionales seguidores, le ofrecieron su ánimo, un cariño devuelto con creces en los siguientes hoyos, resueltos mediante un birdie en el 13, un espectacular eagle en el 14 y otro birdie en el 17 con carácter ya de sentencia.
Quedaba la parte final, el reconocimiento, el aplauso, la loa a quien es capaz de generar espectáculo, el paseíllo del hoyo 18, desde el tee hasta la bandera, trescientos metros rodeado de cientos de aficionados entregados a su ídolo, recompensados por otro birdie, su enésimo birdie, 25 bajo par en total, cinco de ventaja sobre Matthieu Pavon, segundo clasificado.
Jon Rahm, por supuesto, ya tiene nuevos objetivos con respecto a este torneo. Ángel de la Torre, con cinco triunfos (1916, 1917, 1919, 1923, 1925), y Mariano Provencio, con cuatro (1934, 1941, 1943 y 1951), constituyen su siguiente reto. Que por capacidad y ganas de escribir la historia del Open de España no quede.
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