Si hablamos de Golf en el año 2015 hay un nombre que nos viene rápidamente a nuestra mente: Jordan Spieth. Aquel imberbe jugador texano de apenas 22 años se convirtió de la noche a la mañana en el chico maravilla del deporte estadounidense y el yerno que todo padre querría para su hija. Su condición de estrella comenzó a tomar fuerza con el Masters de Augusta de abril, al que le siguió el US Open, el John Deere Classic y el Tour Championship en un año para el recuerdo que lo catapultó al número 1 del mundo.
Los meses siguieron pasando y el jugador de Dallas siguió cosechando triunfos en el mejor circuito del planeta. Y eso a pesar de que en 2016 tan sólo pudo salir victorioso en el Torneo de Campeones y en el Dean & DeLuca Invitational. Sobre todo porque en 2017 volvió a resurgir como un titán al vencer en el Pebble Beach Pro-Am, el Travelers Championship y el Open Championship, su último Major que lo dejó del Grand Slam a tiro del PGA Championship.
Y aquí acabó todo. Desde ese triunfo el 23 de julio de 2017 sobre la hierba del Royal Birkdale Jordan Spieth no se ha vuelto a pasar por el primer escalón del podio y su último Top 3 data precisamente del PGA Championship del año pasado. Tanto los resultados como las sensaciones le están siendo esquivas al norteamericano y no hay rueda de prensa en la que no salga el tema de si volverá a recuperar pronto el ritmo de hace cinco años.
“Todavía me queda algo de trabajo por delante”, les confesó a los periodistas en la previa del Farmers. “En relación con mi swing estoy en el camino correcto para volver a ese nivel. Lo quiero tanto o más que antes y ahora mismo soy de la opinión de que cada torneo puede ser mejor que la anterior”, sentenció. De momento, su escaso T55 en Torrey Pines le ha condenado a bajar del Top 50 mundial por primera vez desde que en 2013 comenzó su temporada de rookie. Veremos en las próximas semanas si puede recuperar el tono.