Muchos no dábamos crédito a lo que estábamos viendo sobre la hierba del Black Course de Bethpage. Brooks Koepka, el hombre que había destrozado durante los dos primeros días el terrorífico complejo neoyorquino y que partía la última jornada con siete golpes de ventaja respecto a sus rivales, parecía estar viviendo uno de esos días que ningún golfista espera presenciar nunca. Y es que, a pesar de haber arrancado con dos birdies y un bogey en los diez primeros hoyos, una consecución de cuatro bogeys consecutivos hizo temblar los cimientos de su liderato.
Sobre todo porque Dustin Johnson, que pasaba por ahí, aprovechó el desconcierto general para echarle el aliento en el cogote a su compatriota. Cuatro birdies y un bogey -sobre todo el acierto en el hoyo 15– lo colocaron a solo un impacto de BK. Fue en ese momento cuando Koepka se dio cuenta de lo que estaba pasando, máxime al escuchar a los aficionados gritando sin cesar “DJ, DJ, DJ”. Sin embargo, en lugar de hundirle, esto le acabó insuflando un chute de moral al deportista de 29 años, que se recuperó a la perfección para enfrentarse al 15.
“Creo que esos gritos me ayudaron a enfocar mi juego y desplegar lo mejor de mí en el siguiente hoyo”, reconoció el campeón en la rueda de prensa posterior a su victoria. “Probablemente fue lo mejor que me pudo pasar en ese momento. La última hora y media de este último día ha sido muy estresante”, sentenció. Y es que, además de que supo ponerle freno a los errores -tan solo cometió un nuevo bogey en el 17-, los dos fallos consecutivos del número 1 del mundo acabaron jugando a su favor en un final que, sin quererlo, empezaba a tomar tintes dramáticos.