Tan alejado de la comprensión de la más brillante mente resulta que se celebre la final de un título de una competición española en Arabia Saudí como que un torneo de Golf que cuenta como rivales a Europa Continental y a las islas británicas tenga como epicentro las arenas del desierto. Sin embargo, los tiempos están cambiando y allí donde se celebraban las victorias sobre el terreno en una perfecta comunión entre jugadores y aficionados, ahora simplemente se chocan las manos los protagonistas de la contienda mientras los cheques llegan a los despachos.
¿Se imaginan una Ryder Cup con sede en Pekín? ¿O que la Presidents Cup eligiera Polonia como lugar en el que llevarse a cabo? Raro, ¿verdad? Pues así nos quedamos los aficionados al Golf cuando se anunció que la Hero Cup -obviando que se eliminara cualquier tipo de referencia a Ballesteros y a su Seve Trophy– se llevaría a cabo la segunda semana de enero en Oriente Próximo. Y es que, más allá de que el país lleva tiempo en el ojo del huracán al haber sido parte importante en la creación del LIV, resulta impactante que dos combinados del viejo continente se batan en duelo en territorio extraño.
Sobre todo porque se está privando a los seguidores de la posibilidad de vivir de cerca un evento en el que, casi con toda seguridad, van a acabar tomando partido por uno de los bandos. Un hecho que fomenta que se genere alrededor un ambiente que no encontramos en ningún otro torneo del calendario y que no hace sino crear afición por este deporte. Porque igual que para poder correr se ha tenido que aprender a andar previamente, los discursos grandilocuentes se tendrían que dejar a un lado cuando todavía hay países vecinos a los que no se ha conseguido captar para la causa.
Es por esto que cuando un acuerdo comercial se disfraza de aperturismo, el único que acaba perdiendo es el juego y, por ende, los aficionados.
Island life ?
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— DP World Tour (@DPWorldTour) January 16, 2023