“Ahora a ver cómo arreglamos este desaguisado”. Esta seguro que fue una de las frases que se escuchó con más fuerza este pasado sábado después de que la inmensa mayoría de los jugadores que se enfrentaron a Shinnecock Hills -y los que no lo hicieron- se quejara amargamente de la terrible dificultad que la organización norteamericana otorgó al campo en un día en el que ya se esperaban condiciones climatológicas adversas de cara al turno de tarde. ¿Y qué hicieron para solucionarlo? Pues tirar por la calle de en medio. Bajaron la dificultad tanto que que en diversos momentos pareció una broma de mal gusto.
Y no solo hablamos de las sensaciones. Un repaso a las estadísticas y podremos comprobar cómo los números nos dan la razón en esta teoría. Para empezar, los 19 primeros jugadores que entregaron la cartulina el domingo lo hicieron mejorando en 7,63 golpes de media lo visto solo 24 horas antes -de hecho, a los 84 golpes de Rickie Fowler en la jornada del movimiento le siguió un 65 el domingo, 19 impactos menos, situando la mayor mejora de una tercera a una cuarta manga en la historia del US Open.
Pero todavía hay más. Y si no que se lo digan a Tommy Fleetwood, que empató la mejor vuelta histórica en este Major al firmar un increíble 63, igualando a Johnny Miller, Tom Weiskopf, Vijay Singh, Justin Thomas y Jack Nicklaus y errando un putt de dos metros y medio en el 18 para entrar en los libros dorados de este deporte.
Además, si en las tres primeras rondas se entregaron 21 tarjetas en total por debajo del par del campo, solo el domingo 15 golfistas rompieron la barrera de los 70, mejorándose en más de tres golpes el promedio de la tercera a la cuarta vuelta. Una táctica de la USGA que muchos nos han terminado de ver clara.