Por aquel entonces Seve no era ni mucho menos un desconocido en el mundo del Golf. Para empezar porque unos cuantos años antes ya se había hecho con la Jarra de Clarete, primero, y con la Chaqueta Verde después. Y segundo porque el jugador cántabro acumulaba en 1983, con apenas 26 años, más de una veintena de triunfos en los principales circuitos del mundo. Es por esto que en ese año el español partía como uno de los grandes favoritos al primer Major del curso.
Un favoritismo que se fue acrecentando con el paso de los días con un juego con el que apenas dio tregua a sus rivales. Se situó desde la primera jornada en la parte alta del evento y aprovechó el domingo para pegar el zarpazo definitivo rumbo a la segunda Chaqueta Verde para España. Poco le importó que de cara al domingo saliera al campo con un golpe de desventaja respecto a los estadounidenses Raymond Floyd y Craig Stadler, ganador un año antes.
Seve sabía que haciendo su juego tendría mucho terreno ganado. Y solo hubo que esperar nueve banderas para comprobarlo. El tiempo que tardó en lograr tres birdies y un eagle con los que se distanció de sus perseguidores definitivamente. Poco importaron los dos bogeys en el 10 y en el 12. El cántabro universal volvía a levantar el puño para darle a España otra alegría.