Si en estos momentos existe en el mundo una persona feliz -con mayúsculas- dentro del planeta Golf ese es Shane Lowry. El jugador europeo consiguió, aunque solo fuera por unas horas, que las dos Irlandas se reconciliasen, que el verdadero espíritu del deporte se pusiera por delante del de las banderas y que las decenas de miles de personas que visitaron Royal Portrush en la jornada del domingo se marcharan del campo con una mueca cómplice y con la sensación de que acababan de presenciar historia viva de este deporte.
Porque Lowry no solo venció a sus rivales. Danzó sobre la lluvia y marcó los pasos de un baile perfecto que tuvo en el sábado su preparación y en la manga final el cénit de su coreografía. Porque detrás de esa densa barba pelirroja todavía se esconde la sonrisa de aquel joven de 13 años que con un hierro 7 y un putter fue animado por sus tíos a iniciarse en el golf, una prueba que lo condujo nueve primaveras después a convertirse en campeón del Abierto de Irlanda siendo todavía amateur.
Esta fue solo una pequeña muestra de lo que conseguiría en el Bridgestone de 2015 y, más aún, de lo logrado esta semana con cientos de miles de miradas pendientes de él. Pero todo esto no lo ha podido conseguir solo.
Junto a él ha destacado la figura de Brian “Bo” Martin, su caddie. Quizá haya sido por esto que Lowry no dejó pasar la ocasión de agradecerle todo lo que ha hecho por él desde septiembre del año pasado, momento en que ambos empezaron una relación que ha traspasado los límites de lo estrictamente laboral. “Se ha convertido en un muy buen amigo. Este triunfo ejemplifica la buena relación que tenemos y lo increíble que ha estado desde que cogió mi bolsa hace un año. Hoy -por el domingo- estuvo fantástico. Se mantuvo a mi lado en todo momento apoyándome mientras no paraba de comentarle lo asustado y nervioso que estaba. Fue genial compartir esos momentos junto a él”, sentenció. Un tándem genuino que, quizá, solo ha escrito la primera de muchas páginas exitosas.
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