Desde que la pasada semana se dio a conocer la agenda para estos siete días de US Open, había una fecha marcada en rojo por todos los periodistas que seguimos la actualidad del Golf: la de la comparecencia de Phil Mickelson ante los medios en la previa de este tercer Grande. Si bien es cierto que la USGA había pasado de puntillas con respecto al tema de los jugadores que habían disputado el primer campeonato del LIV Golf, la organización decidió calmar de alguna manera los ánimos situando a Phil Mickelson en el centro de las cámaras.
Primera entrevista en una sala de prensa llena. Y allí estaba Lefty, solo ante el peligro como Gary Cooper, dispuesto a desviar las preguntas metiéndose en la piel del mejor tirador de esgrima. En su cabeza el plan era perfecto: si no hablo más de la cuenta, nada podrá comprometerme. Sin embargo, Mickelson acabó contando más con lo que calló que con lo que emitió a través de una voz temblorosa que denotaba incomodidad. De haber podido elegir, no nos cabe la menor duda de que el extraordinario jugador norteamericano habría preferido pasarse la tarde entera en la cancha de prácticas.
Mickelson intentó coger desde el inicio las riendas de la rueda de prensa, tomando el micrófono y haciendo una pequeña disertación del tiempo “necesario” que había estado apartado del Golf competitivo, además de deslizar que entendía que su decisión hubiera provocado tantas “opiniones contrarias”. Tras esto, una pausa y un “¿alguna pregunta?” que desató una tremenda ola de manos alzadas. 28 cuestiones durante algo más de media hora en la que el Golf -al menos en su apartado estrictamente técnico- quedó relegado a un segundo plano.
Inició el combate derrotado y el paso del tiempo lo convirtió en un perfecto sparring para el boxeador que se sabe campeón. No ofreció explicaciones ni justificaciones. Simplemente se limitó a quedarse ahí, a recibir una paliza en forma de interrogatorio. “Respeto y entiendo sus opiniones”, “respeto si no están de acuerdo, pero en estos momentos creo que es lo mejor para mí”, fue todo lo que los reporteros pudieron sacar de él durante muchos momentos.
Un tenso tira y afloja que alcanzó el cénit en el momento en que fue preguntado por cómo creía que pasaría a la historia su legado después de abrazar el dinero saudí en los instantes finales de su carrera.
“Hice todo lo que pude por ayudar al juego y he contribuido enormemente al crecimiento del PGA Tour durante todo el tiempo que he pasado con ellos. Es todo lo que puedo decir”, sentenció con la mirada del que pide clemencia. Minutos después, el deportista de San Diego se subió a un buggy que lo condujo hasta su coche, con el que abandonó rápidamente las instalaciones. Una metáfora perfecta de su pertenencia a un lugar que hasta hace poco lo acogía como uno de los suyos.
— Phil Mickelson (@PhilMickelson) June 6, 2022
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