Que el finlandés Mikko Korhonen haya tardado 146 torneos en conseguir su primera victoria en el European Tour bien merece un homenaje. Sin embargo, lo dejaremos para otra ocasión y hablaremos en profundidad del evento en sí. Y es que el Shot Clock Masters, si bien es cierto que se engloba en lo que podríamos denominar eventos de perfil bajo dentro de la gira del viejo continente -el escandinavo se llevó algo más de 166 mil euros por el triunfo-, nos ha demostrado que otro Golf es posible gracias a su original formato.
Multitud de jugadores de una y otra parte del mundo han alabado la propuesta de la organización encabezada por Keith Pelley de establecer un tiempo para efectuar cada uno de los disparos, añadiendo la posibilidad de solicitar un timeout en momentos de máxima tensión con el fin de doblar los segundos que se poseen para el siguiente golpe. No fue una medida baladí, pues se rebajaron y mucho los tiempos completados por partido y solo hay que fijarse en los datos elaborados por el propio European Tour al término de los 36 primeros hoyos para darse cuenta de ello.
Hasta 9 grupos llegaron a completar sus 18 banderas en estos dos primeros días por debajo de las cuatro horas de juego, rebajando con creces las casi cinco horas de rigor a las que hacemos frente semana tras semana. De hecho, de media se ahorraron 31 minutos por partido, un cálculo muy a tener en cuenta si se quiere dotar de brío y más dinamismo a este juego. Incluso una de las partidas llegó a completar su recorrido en 3 horas y 47 minutos, estableciendo el récord semanal con tres bolas.
Sí, quizá el hecho de que un árbitro tenga que seguir un partido entero llevando el cronómetro “en la mano” no sea lo más canónico del mundo, pero si eso sirve para que nuestro deporte siga reclutando adeptos y se convierta en más interesante para los espectadores -y, por consiguiente, para todo lo que rodea este mundo-, bienvenido sea.