Se ha propuesto Pablo Larrazábal (70 golpes, -11) darnos una tremenda alegría en los primeros compases de la temporada 2019/2020 en el European Tour. Y es que el jugador español sigue comandando el Alfred Dunhill con tres golpes de ventaja a falta de la última ronda en Sudáfrica, una jornada que puede poner fin a casi cuatro años y medio de sequía en la mejor gira del viejo continente y proporcionarnos de esta manera el segundo triunfo consecutivo tras el cosechado por Jon Rahm en Dubái hace apenas siete días.
Este sábado volvió a dar una tremenda lección de entereza, sin ponerse nervioso ante las embestidas de sus rivales y volviendo a apretar el acelerados llegada la segunda parte del recorrido para tomar una ventaja contundente. Además, lo hizo sin venirse abajo cuando las cosas se tensaron un poco –los dos bogeys en el 7 y el 9 que borraron de un plumazo los dos birdies que había cosechado hasta ese momento- y demostrando que quiere iniciar de la mejor manera posible el curso.
Sobre todo porque, como ocurriera en el día de ayer, fue a partir del 10 cuando el barcelonés se desmelenó. Aciertos al 10, al 12 y al 14 y que no empañó ni siquiera el bogey del 17. De este modo se sitúa con once bajo par, siendo el único jugador sobre la hierba de Leopard Creek en situar su cartulina por encima de los dobles dígitos en negativo y aventajando en tres impactos a un Wil Besseling (70 golpes, -8) que es el único que se postula a debatirle el triunfo al español.
A también tres impactos –pero esta vez del podio- se encuentra Adrián Otaegui (71 golpes, -4), al que el uno bajo par basado en tres birdies y dos bogeys le ha servido para seguir defendiendo con uñas y dientes la sexta plaza en la que lleva instalado varios días. Peor le fueron las cosas tanto a Alejandro Cañizares (74 golpes, +2) como a Carlos Pigem (81 golpes, +10), que entregaron cartulinas por encima del par y se sitúan en el T34 y T69, respectivamente.