Tras más de año y medio de inactividad, Paula Creamer ha vuelto a coger los palos. Pero no crean que su retorno en el Pure Silk Championship de finales de mes va a ser testimonial, no. La norteamericana, diez veces ganadora en la LPGA, quiere continuar su exitosa carrera hasta volver a ser una de las mejores del mundo. Esta intención no ha pasado desapercibida para los altos estamentos de este deporte, que han visto la oportunidad perfecta para otorgarle una exención especial haciendo gala de esa “segunda oportunidad” de la que muchas veces carecen las jugadoras.
En concreto ha sido la USGA quien ha anunciado que la ganadora del US Women’s Open celebrado en Oakmont CC en 2010 tendría un sitio garantizado del 3 al 6 de junio en el Olympic Club de San Francisco, el club donde se desarrolló parte de su infancia. “Al crecer en el norte de California, uno de los recuerdos que guardo con más ilusión es haber asistido junto a mi padre al US Open de 1998 organizado en el Olympic Club. Esto encendió mi amor por los torneos de la USGA y las complicadas pruebas a las que someten a los jugadores”, señaló la golfista nada más oficializarse la noticia.
Todo esto llega apenas un par de semanas después de que Creamer anunciara que vuelve a los campos tras 18 meses sin competir. Una ausencia que se ha sostenido en el tiempo por culpa de dos razones: la pandemia, que ha hecho que sólo abandonara su casa para visitar puntualmente a familiares; y una intervención quirúrgica en su mano izquierda que se produjo en septiembre de 2017 y que le ha estado dando problemas durante mucho tiempo -goza en estos momentos de una exención médica que le permitirá completar el curso-.
De hecho, su intención era regresar a los campos en abril de 2020, pero con la pandemia en pleno auge el equipo médico le aconsejó aprovechar para descansar y volver con fuerza en 2021. Una instrucción que se tomó al pie de la letra y que le hizo no levantar un solo palo hasta noviembre. “En ese momento estaba muy molesta conmigo misma por haberme tomado tanto tiempo libre. Estar siete u ocho meses sin coger un palo es mucho tiempo, pero ha merecido la pena. Es la primera vez en mucho tiempo que no tengo dolor y ahora puedo practicar durante todo el día si me apetece”, sentenció.