A medida que vamos avanzando en este mes de septiembre los ánimos se empiezan a caldear entre europeos y americanos, más aún cuando los primeros recuerdan el ambiente tan hostil que se encontraron en Hazeltine. Insultos, abucheos y un sinfín de desprecios poblaron en aquellos días las calles y greenes del complejo estadounidense, en lo que catalogamos como una falta de señorío tremendo y un gran atentado a las bases de lo que debería ser el Golf. Un desagradable espectáculo que desearíamos que no se volviera a repetir en Le Golf National.
Sin embargo, el resquemor está ahí. Y no hay más que pinchar un poco a alguno de los participantes de aquel bando de Darren Clarke para darse cuenta de esto. Es el caso de Thomas Pieters, que fue entrevistado hace unas horas con motivo de la efeméride de la victoria del Team USA en Chaska y en apenas unas frases no dejó títere con cabeza, atacando a aficionados e incluso a quienes prepararon el campo
No es que vayamos a descubrir ahora al deportista belga –basta ver alguno de sus numerosos vídeos rompiendo palos para saber su temperamento-, pero sí que nos ha resultado curioso ver cómo despotrica de todos ahora que sabe que no acudirá a la cita en París. Especialmente de los fans americanos, a los que llamó poco menos que borrachos. “El problema de todo esto pasa por poner a la venta bebidas alcohólicas a las siete de la mañana. Los estadounidenses no saben beber”, afirmó con rotundidad Pieters, que comentó lo mal que lo llegaron a pasar algunos compañeros de equipo.
“A fin de cuentas, a mí no me afectó mucho porque no sabían ni quién era. Para mí no tenían ningún piropo, pero para Rory sí. La situación fue bastante hostil y desagradable. Le gritaron cosas que no se le deberían gritar a nadie en ninguna parte. Por suerte, la mayoría del tiempo escuchamos solo ruido y nada en claro. Es como una pared”, añadió el centroeuropeo, que verá la competición desde casa a pesar de haber conseguido cuatro de cinco puntos en la anterior edición, un torneo que se preparó “a medida” para los locales.
“La puesta a punto del campo fue ridícula. Podías golpear la bola desde cualquier lugar. Phil Mickelson podía irse de la calle seis metros a la izquierda o seis metros a la derecha y podía llevarla al green y luego meter un putt de doce metros. Para ser honestos, no creo que fuera una gran preparación para una Ryder Cup”, sentenció. Unas palabras que veremos cómo calan en el equipo de Furyk.