Cómo hubiese cambiado la película si Jon Rahm (70 golpes, -5) hubiese tenido un poco más de tino en las inmediaciones de los greenes. El vizcaíno lo hizo prácticamente todo bien, pero unas veces el approach -en algunas ocasiones tuvo que lanzar su primer putt desde una distancia muy alejada de bandera- y en otras el propio putt le impidieron acercarse a una cabeza de tabla que sigue liderando el australiano Marc Leishman (69 golpes, -10), al que ahora le ha salido un competidor en el estadounidense Brian Harman (68 golpes, -10).
El español salió al Plantation Course con la intención de quitarse el mal sabor de boca de las primeras horas del año en el PGA Tour. No quería volver a repetir la montaña rusa de birdies y bogeys vivida el jueves. Y lo cierto es que trabajó mucho para ello. De hecho, en la primera parte de su recorrido solo tuvo el borrón del bogey del hoyo 2, en el que un sencillo putt de metro y medio se le acabó atragantando para retrasarle varias posiciones en la clasificación.
Esto, en lugar de hundirle, le envalentonó. Así llegaron los birdies del 5 y el 6 -el primero se quedó a centímetros de convertirse en eagle– y, pese a que otro par 3 como el del hoyo 11 le volvió a coger con el pie cambiado -en esta ocasión marró un purito de poco más de un metro-, la reacción volvió a ser magnífica.
Tres birdies consecutivos en el 13, el 14 y el 15 le colocaron con cinco bajo par en el global con todavía tres banderas por disputar. Por desgracia, los números se estancaron aquí y un error y un acierto en el 17 y el 18, respectivamente, lo sitúan en el T13, a cuatro del podio al que ha accedido con todo merecimiento Dustin Johnson -tuvo que remontar los dos bogeys de los cuatro primeros hoyos- y a seis de los ya comentados líderes. Al de Barrika le falta una reacción y esta podría llegar en la jornada del movimiento. Solo así podríamos soñar con verle en la pelea por el primer título del 2018.