Foto: @PGATour
Esta es una de esas cosas tan maravillosas que tiene el Golf y que la diferencian de cualquier otro deporte: la capacidad de improvisación que tienen que tener sus protagonistas. Le ocurrió a Rickie Fowler el pasado viernes, durante la disputa de la segunda jornada del Players, y es sin duda una de las grandes anécdotas de la semana. Todo ocurrió durante su golpe de salida en el hoyo 6 -su 15ª bandera del día-. El impacto fue malo, espantoso. Tanto que nadie fue capaz de adivinar dónde había ido la bola.
Por un lado, por otro… Los aficionados se esforzaron pero solo uno pareció verla en la parte alta de una palmera. Y allí que fue Rickie, que enseguida llamó a un árbitro para contarle la jugada. “Vale, eso que me cuentas está muy bien, pero necesito que me la identifiques”, le debió decir la autoridad en el campo. Y después de los infructuosos intentos de hacer bajar la bola del árbol, al californiano no le quedó más remedio que pedir unos prismáticos.
No hubo suerte, pues la cara visible de la bola era la parte blanca, con lo que no se podía saber si era o no era la suya. ¿Solución? Volver al tee con un golpe de penalidad. Eso le costó un doblebogey y un disgusto que le pasó factura en el 7 con otro doblebogey que le apeó del evento.