Al norirlandés le sucedió en la primera jornada lo mismo de lo que fue testigo Tiger Woods tras las primeras horas de competición en Royal Portrush: que prácticamente había dicho adiós a cualquier posibilidad de estar el fin de semana. Además, Rory tenía el añadido de que estaba en casa, ante su gente y era el principal favorito al triunfo. El 79 acumulado tras los primeros dieciocho hoyos de juego –18 golpes más que el récord del campo, que estableció él mismo cuando apenas contaba con 16 primaveras– le dejaba un escenario muy complicado para afrontar el segundo día de competición.
No obstante, el ex número 1 del mundo lo intentó de todas las formas posibles. Y, de hecho, se quedó a solo un impacto de poder obrar el milagro. Y es que McIlroy firmó una de las mejores tarjetas de la segunda jornada gracias a siete birdies y a un solitario bogey, ése que le frenó en seco en el par 3 del hoyo 13 y le obligó a salir con un acierto en el 14 -la bandera más difícil del campo- y otro más en el 16 para hacer vibrar al público y darles esperanzas de poder contar con su golfista en tercera ronda.
Pero cuando parecía que el más difícil estaba hecho y que solo faltaba el último paso -salir con un birdie de las dos últimas banderas-, la gran burbuja de esperanza que había construido el propio jugador británico se pinchó. Y pese a eso ningún mal gesto, ninguna mala cara. Tras pegar su golpe de approach en el 18 y no encontrar green, Rory se limitó a guardar el palo, a comentar algo con su caddie y a caminar antes de intentar obrar un milagro que nunca llegó con un chip y a recibir el reconocimiento del público entrando en el green del 18.
Un comportamiento excepcional de un deportista que, a pesar de que no tendrá la ocasión de lograr la Jarra de Clarete, ya nos ha dejado algunos de los grandes momentos de este Open.
Watch @McIlroyRory‘s Round 2 highlights as he narrowly misses the cut with a 65 #TheOpen ? pic.twitter.com/h2adhPfkH3
— The Open (@TheOpen) July 19, 2019