“Come on!” El rugido de McIlroy resonó con fuerza en todo el East Lake de Atlanta (Georgia) al embocar el putt de la victoria. Y no era para menos. El norirlandés había protagonizado una remontada vertiginosa en los últimos 36 hoyos para encaramarse a la cabeza y disputar un PlayOff final junto a Kevin Chappell y Ryan Moore que no se resolvió hasta el cuarto hoyo de desempate. Un homenaje al saber estar y a la paciencia que tuvo como resultado el bonus de 10 millones de dólares concedidos por la FedEx Cup.
Muchos lo están empezando a considerar como el primer punto de Europa en la Ryder Cup. Solo tres golfistas del viejo continente se presentaban a la última cita del año en el circuito norteamericano y ha tenido que ser uno de ellos quien, en territorio hostil, se llevara la victoria a casa –tercera de la temporada después del Irish Open y del Deutsche Bank de hace tres semanas- aprovechándose del desacierto total de Dustin Johnson (-8).
El jugador de Columbia ha ido completamente de más a menos conforme ha pasado el torneo, hasta el punto de entregar el domingo una tarjeta con tres golpes por encima del par. Sin embargo, la incursión de sus compatriotas Chappell y Moore en el desempate le dejaban con un 66 por ciento de posibilidades de conseguir el bonus aun habiéndose quedado en el T6. El triunfo de cualquiera de los dos le valía, pero enfrente tenía a un gigante con pies de barro que dio un increíble golpe sobre la mesa.
El primer hoyo, el par 5 del 18, sirvió para descartar a Chappell, que no pudo seguir el ritmo de birdies de sus dos compañeros. Tras esto, Rory y Ryan empataron de nuevo en el 18, el 17 y, por fin, el 16 dirimió el ganador. Un putt de unos cuatro metros que sirvió para que el norirlandés entrara en la historia como el segundo europeo en ganar la FedEx después de que Henrik Stenson lo hiciera en 2013. Un serio aviso de lo que se avecina dentro de unos días en el Hazeltine National de Minnesota.