Le ha costado más de un año y medio de sequía y muchos sinsabores en los últimos tiempos, pero Rory McIlroy (68 golpes, -10) ya puede presumir de alcanzar los 19 triunfos en el mejor circuito del mundo y quedarse a sólo uno de las dos decenas. Lo ha hecho centrándose en errar lo menos posible y aprovechando las oportunidades que sabía que le iba a brindar este domingo el Quail Hollow Club. Y aun así, todavía dejó una pequeña puerta abierta en el 72º hoyo que a punto estuvo de costarle un disgusto.
Pero los triunfos se disfrutan mucho más así, cuando se es consciente de todo lo que ha costado hacerse con él. Y eso que el norirlandés se puso desde el primer momento el mono de trabajo y lideró la prueba desde los primeros compases gracias a los dos birdies en el 3 y el 7, lo que junto al atropellado comienzo de Keith Mitchell (72 golpes, -8) -un birdie y dos bogeys en este mismo período- le permitió subirse a lo más alto y saber con antelación qué hacían sus rivales.
Una circunstancia que se mantuvo hasta el final como consecuencia de que el europeo saldara con aciertos su encuentro con el 14 y el 15, dos banderas que prácticamente sentenciaron el campeonato. Ni siquiera el empuje de Abraham Ancer (66 golpes, -9), que dejó en Casa Club un interesante cinco bajo par en el día, o la frescura por la bisoñez de Hovland (67 golpes, -8) jugaron en su contra, pues Rory sufrió poco par mantener el liderato a pesar de su llamativo 21 por ciento de calles cogidas. Esto lo suplió con buenos golpes a los greenes y, de hecho, el del 18 fue el único error que se apuntó en el último día.
Un triunfo que lo situará este lunes en la séptima plaza del ranking mundial y que lo vuelve a colocar entre los favoritos para hacerse con el PGA Championship, un Major que ya se ha adjudicado hasta en dos ocasiones.
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