¿Tuvieron un déjà vu? ¿Pesaban que la ronda protagonizada el domingo por Rory McIlroy ya la habían visto antes? Tranquilos, que no son los únicos. Y es que nadie puede negar a estas alturas que lo vivido en la última ronda del Masters de Augusta 2018 no tuvo algo de semejanza con lo vivido en este mismo campeonato en el año 2011. Gran favorito a la victoria, último partido del día… y patinazo. Vale, no fue tan bestia como el de aquella edición, pero las similitudes están más que justificadas.
El norirlandés volvió a dejar escapar una grandísima ocasión para añadir a sus vitrinas el último Major que le falta en su palmarés para completar el Grand Slam. No fue el naufragio de la otra vez -donde tuvo al Amen Corner como principal enemigo-, pero un desastroso día con el putter bastó para alejarle del triunfo lo necesario. “La única explicación a todo lo vivido en las últimas horas es que no jugué como debería de haberlo hecho en el momento correcto”, comentó el europeo a los medios solo unos minutos después de terminar su participación en el primer Grande del curso.
“Es innegable que es frustrante. Ahora mismo es difícil sacar algo positivo de mi actuación, pero al menos estuve ahí en la última jornada. Eso es todo lo que quería hacer a comienzos de semana. En los últimos cuatro años he tenido Top 10, pero no había estado lo suficientemente cerca de la victoria. Esta vez al menos he llegado a este punto”, sentenció.
Los segundos golpes y el putter fueron el gran tormento del ex número 1 mundial, quien conectó apenas ocho greenes en regulación en todo el día -solo el amateur Doug Ghim cuajó peores registros en este área del juego-. Un último día para olvidar sobre el que va a meditar en las próximas fechas. “Me sentaré y reflexionaré sobre qué podría haber hecho mejor. No sé si la mentalidad, el juego o ambas cosas, pero lo cierto es que no he podido demostrar lo mismo que el sábado”. Razón no le falta.