Poco a poco vamos dejando atrás una movida Ryder Cup para recuperar la normalidad con el final de la temporada en el circuito europeo y el comienzo de la misma en el PGA –con el debut de Tiger a la vuelta de la esquina-. Sin embargo, todavía quedan resquicios de lo vivido el pasado domingo en el Hazeltine National de Minnesota, donde muchos jugadores se quejaron –y con razón- de las facilidades que pusieron los organizadores a la hora de disponer las banderas para los últimos doce partidos individuales. Uno de los más críticos con esto fue el inglés Justin Rose, que aprovechó la ocasión para criticar la escasa dificultad en el día.
Y es que una cosa era la amabilidad del rough, que ya se podían intuir desde hacía semanas, y otra bien distinta es que no se aprovechara el nivel de los jugadores sobre la hierba para hacer un recorrido algo más complicado. “Ahora sé lo que se debe sentir al competir en un Pro-Am”, fueron las primeras palabras del golfista británico, que no tuvo pelos en la lengua para calificar como “muy sencillas” las posiciones de bandera del último día de competición.
“Creo que si todos hacemos un ejercicio de honestidad, hemos de decir que la puesta a punto del campo para el domingo fue muy débil. Absolutamente todas las banderas estaban en el centro de green. Esto no lo acabo de entender muy bien, porque si aquí venimos jugadores de clase mundial nos gustaría mostrar nuestras habilidades. Queremos que nos pongan a prueba. Otro ejemplo son los obstáculos de agua, que estaban tan lejos que era muy difícil que entraran en juego”, confirmó.
El inglés, uno de los últimos ganadores del US Open –competición que se caracteriza por las dificultades que la PGA pone a los jugadores- tuvo unas palabras para definir, concretamente, dos de las banderas jugadas. “La del par 3 del 17 era una auténtica broma. Con un hierro 9 te dejabas oportunidad de birdie muy fácil. Incluso la del 18 si pegabas un buen drive te dejabas un approach para un wedge y dejarla a unos tres metros del agujero. La verdad es que me dio la sensación de que la recta final fue un poco blanda”, sentenció el británico.
Pero no fue el único que habló del complejo de Chaska. Rory McIlroy reconoció que, debido a los tres puntos de ventaja con los que partían en la última jornada, “era una posición ventajosa para los norteamericanos”. “Cada bandera donde había cerca un obstáculo de agua, se puso justo al lado contrario”, recalcó. Ya poco se puede hacer ante esto. Estados Unidos devolvió la copa a sus vitrinas y será París donde se intente llevar a cabo la venganza en solo dos años.
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