Aquí paz y después gloria. Esta es la conclusión que parece haber tenido el culebrón entre Vijay Singh y el PGA Tour que ha durado más de un lustro y que ha tenido el presunto dopaje del jugador de Fiyi como causante de un revuelo que tuvo especial trascendencia en el año 2013. Por aquel entonces el jugador isleño fue sancionado con tres meses de suspensión del circuito norteamericano por haber dado positivo en un control antidoping al detectársele en la sangre la hormona IGF-1.
Una serie de parches en hombros y tobillos, además de un spray de asta de ciervo con el que se rociaba el cuerpo, parecen estar detrás de todo ello -fluidos que, al entrar en contacto con la piel, penetran en el flujo sanguíneo y de ahí recalan en los músculos para fortalecerlos-. Pero la cosa no acabó aquí. Y es que una vez que la Agencia Mundial Antidopaje eliminó este elemento de su lista de sustancias prohibidas, Singh demandó a su vez al PGA Tour alegando el trato que se le había dispensado y la ruptura del pacto implícito de buena fe.
Un cruce de descréditos que parece que ha tocado a su fin este martes con un comunicado conjunto en el que enterraban el hacha de guerra. “Este acuerdo alcanzado refleja el compromiso mutuo de mirar hacia el futuro mientras dejamos atrás este asunto”, comenzaba rezando el escrito.
“El PGA Tour apoya por completo a Vijay, ya que continúa siendo un verdadero campeón tanto de esta gira como del Champions. Asimismo, el PGA Tour reconoce que Vijay es uno de los jugadores más trabajadores de todo el circuito, por lo que no cree que haya intentado obtener una ventaja de sustancias prohibidas. Por lo que respecta a Vijay, él apoya el programa antidopaje del PGA Tour y todos los esfuerzos para proteger la integridad del juego que tanto ama”, sentenció. Un final un tanto berlanguiano para la gravedad de los hechos que se narran.