¡Menudo sacrilegio acaba de cometer el joven golfista estadounidense! Y es que a escasas horas de que todo se ponga a andar sobre la hierba del Augusta National, el norteamericano –crean o no- ha comentado en una entrevista que hay un triunfo por el que bebería los mares, una victoria por la que pagaría todo el oro del mundo… Y no, frío, frío, no se trata del primer Major de la temporada. El actual número 7 de la clasificación mundial se refiere al Open Championship, algo normal cuando se les pregunta a los jugadores europeos –sobre todo británicos- pero a todas luces raro cuando esta cuestión tiene como objetivo la afición del país de las barras y estrellas.
“Siento que la gente se mete con mi juego y me dice que ni soy bueno cuando tengo que dar golpes controlados ni cuando tengo que llevar a cabo rondas con puntuación baja”, reconoció el jugador de Alabama en la entrevista concedida a Men’s Journal. “Sin embargo, pienso que sí soy capaz de llevar a cabo todo eso, solo que no es necesario utilizarlo tan a menudo. Sería genial poder demostrarlo algún día en el Open Championship. Para ganar en este evento se necesita practicar un juego soberbio en todos los aspectos”, sentenció.
Unas palabras que han conmocionado a la opinión pública del otro lado del charco, que considera la Chaqueta Verde su Santo Grial particular y uno de los mejores eventos del mundo del Golf –si no el mejor-. Por suerte para Thomas, y en vistas de reconducir la situación generada, quiso barrer finalmente para casa confesando que si tuviera que elegir un campo para completar su última ronda, este sería el complejo de Georgia. “Si no tuviera un límite de personas a las que invitar, me llevaría a 20 amigos –mi padre incluido-, cogeríamos unos cuantos carros y cervezas frías e iríamos a jugar a Augusta”, confesó el deportista de Alabama. Y es que no parece un mal plan para terminar los días como golfista.