No se trataba de una vuelta más, se trataba de LA VUELTA -así, con mayúsculas-. El regreso a los terrenos de juego de una leyenda siempre tiene que ser motivo de alegría para todos los que amamos este deporte y, valiéndonos del proverbio que reza “honor, a quien honor merece”, no está de más hacer un análisis de los aspectos más destacados de las cuatro primeras rondas competitivas jugadas por Tiger Woods en 2018. Sobre todo porque, lejos de dejarnos fríos y con un sabor de boca agridulce -tal y como pasó el año pasado por estas mismas fechas-, el futuro parece prometedor.
El californiano finalizó en el T23 en Torrey Pines, su segunda casa podríamos decir, dejando destellos de aquel hombre que dominó con mano de hierro el Golf mundial durante muchos años, y yendo de menos a más conforme pasaban las horas. “No lo animan por ser quién es, sino por lo bien que lo está haciendo”, se podía leer este fin de semana en las redes sociales. Y lo cierto es que no distaba mucho de lo que estaba ocurriendo sobre el campo. Sobre todo el sábado donde, valiéndose de un juego corto reservado a unos pocos elegidos, consiguió salvar la jornada y continuar su imparable ascenso.
Pero más allá de su juego -al que todavía le queda mucho recorrido, no nos vengamos tampoco muy arriba-, lo que ha destacado por encima de lo demás es que el estadounidense continúa sin sentir el dolor, ese que lleva sin separarse de su espalda los últimos años. “Me encuentro bien y estoy muy contento”, se encargó de comentar un sonriente Woods al término de su vuelta. “Después de no jugar aquí los últimos años he de decir que luché mucho por conseguir estos números. Aquí hay algunas de las calles más estrechas de toda la gira. Y encima había algo de viento, lo que complicó más la cosa”, sentenció.
El californiano volverá ahora a casa, donde tratará de descansar y seguir practicando para llegar al cien por cien al Riviera Country Cub, donde en tres semanas le espera el Genesis Open.