Ha llovido mucho desde el año 2013, pero por fin Tiger Woods (71 golpes, -11) puede presumir de haber conseguido su victoria número 80 en el PGA Tour. Pero más allá de eso, que quedará con el paso del tiempo en una mera anécdota en el enorme libro de récords del californiano, está el poder demostrar al mundo que vuelve a ser él. Una noticia que llega tras un año en el que se especuló mucho con su salud y en el que muy pocos pronosticaban que regresaría a la senda del triunfo.
No podía haber un escenario mejor. En el East Lake de Atlanta, junto a los 29 mejores jugadores de la temporada y ante un público completamente entregado, el estadounidense hizo fácil lo que hace apenas unos meses parecía una quimera y dio una auténtica exhibición durante toda la semana para llevarse el Tour Championship y quedarse a un paso de su tercera FedEx Cup -solo un birdie de Rose en el 18 lo evitó-.
Quizá este domingo no fuera su mejor día -de hecho, finalizó la ronda con un golpe por encima del par-, pero el trabajo lo tenía prácticamente hecho. A Tiger le bastó con mantener a raya a Billy Horschel (66 golpes, -9) tras el desplome de Rory McIlroy (74 golpes, -5) y de Justin Rose (73 golpes, -6) para llevarse el gato al agua y celebrar por todo lo alto un triunfo que teníamos ya muchas ganas de contar al mundo.
Máxime cuando Jon Rahm (72 golpes, -4) acabó cediendo terreno en la jornada dominical después de un doblebogey, tres bogeys y otros tantos birdies y se despidió muy pronto de la posibilidad de hacerse con el triunfo. El León de Barrika acabó en Top 11, lo que ha significado ganarle una posición a la FedEx y terminar en el puesto 23 de una temporada en la que ha tenido sus altibajos pero en la que quiere culminar bien arriba con un triunfo en su primera Ryder Cup.
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