Hubo un tiempo en que Tiger era el golfista más amado y el más odiado a la vez sobre la hierba de un campo de golf. Su difícil carácter, que pecaba de soberbio, le hizo ganarse muchos enemigos a lo largo del mundo. Se cumplía, pues, lo que en muchas ocasiones se dice de los fueras de serie: se trataba de un tipo especial. Sin embargo, con el tiempo el californiano ha sabido moldear su comportamiento hasta el punto de que una gran cantidad de jugadores se han alegrado por su regreso a la competición. Y la muestra más clara de esto sucedió en Hazeltine, durante la disputa de la última Ryder Cup.
Y es que gracias al periodista de ESPN Jason Sobel hemos conocido que el equipo estadounidense le rindió un sentido homenaje al término de la primera ronda del evento, el viernes por la noche. Sucedió una vez que estuvieron todos reunidos en la sala de equipo. Rickie Fowler obsequió a cada uno de los jugadores con un chaleco con los colores de la bandera estadounidense e hicieron entrar a Tiger al comedor. Fue entonces cuando Zach Johnson se levantó y pronunció unas conmovedoras palabras.
“Queremos rendir este homenaje a uno de nuestros capitanes asistentes, a un hombre que ha hecho tanto por este deporte”. Entonces todos se levantaron y abrieron sus chalecos, dejando a relucir una camiseta que llevaba escrita la leyenda “Make Tiger Great Again” –hagamos a Tiger grande otra vez, un guiño al lema de campaña con el que Donald Trump ha conseguido acceder a la presidencia del país norteamericano-. La estrella de Cypress se quedó sin palabras. Y no ha sido hasta ahora cuando definió la acción llevada a cabo por sus compañeros.
“Me pareció algo increíble”, afirmó Tiger. “Esto demostró a la perfección la unión que todos tuvimos en Chaska. Con tantos meses alejado de los campos y el daño que me han hecho algunas personas, que pensaran en algo así me emocionó mucho. Fue genial”, sentenció el ex número 1 del mundo. Un gesto que ejemplificó la unidad de un grupo, eso de lo que tanto adoleció Estados Unidos en el pasado.