No será la primera ni la última vez que ocurra, pero siempre que pasa en un Major llama más la atención por la repercusión que genera -aunque en esta ocasión haya sido en el circuito sénior-. Hablamos de ese momento por el que todo golfista pasa alguna vez en su carrera después de entregar la cartulina en la segunda jornada y ver cómo el corte se aleja a tres-cuatro golpes. El protagonista de esta historia es el estadounidense Tom Gillis, que habiendo jugado los primeros 36 hoyos del Senior PGA Championship presentaba un nueve sobre par que le hizo tener una duda razonable.
“¿Qué hago? ¿Me quedo esperando a ver si suena la flauta y el corte baja cuatro golpes o voy al europuerto y aprovecho el siguiente vuelo para pasar desde ya el fin de semana con mi familia?”, debió pensar el norteamericano. Y el caso es que tardó poco en decidirse, pues el jugador de 50 años se marchó nada más firmar la cartulina al aeropuerto de Rochester y tomó un avión rumbo a Michigan. El problema vino cuando aterrizó y descubrió para su sorpresa que el corte se había quedado finalmente en +9 y él formaba parte de las dos últimas rondas.
“Aterricé y lo vi. Entonces pensé: ¿y ahora qué?”, confesó el deportista al Detroit News, que reconoció que Gillis no quería que esta historia saliera a la luz por avergonzarle. Desde ese momento tenía dos opciones: volver al avión y regresar a Oak Hill o retirarse, quedarse en casa y disfrutar del fin de semana junto a su familia e hijos. Y la decisión fue fácil de tomar: se quedó junto a los suyos. “No iba a volver”, comentó el americano. “Elegí a la familia sobre el golf”. Y poco le importó salir con un WD en la clasificación.