En un torneo que se acabó decidiendo por solo un golpe hay que reparar en los pequeños detalles para tratar de discernir si el final hubiese tomado otro color si llega a suceder tal o cual cosa. En el caso que nos ocupa no es raro pensar que Bubba Watson podía haber peleado por el triunfo si no llega a ser por la peripecia que le acabó llevando a cometer el bogey en el par 5 del 15, una de las banderas más fáciles de esta complicada jornada que llevó a los jugadores al límite de sus posibilidades.
Y es que Watson hubiera podido alcanzar a Paul Casey en lo más alto del podio si no llega a errar de manera incomprensible el green del 15 después de alcanzar la parte derecha de la calle con un tremendo drive que se quedó a tan solo 233 yardas de green. Una distancia asumible para un jugador de su calidad que le dejaba en franquía la posibilidad de haber alcanzado de dos las inmediaciones de bandera para generarse incluso una posibilidad de hacer el eagle. Sin embargo, todo el castillo de naipes que se había construido el norteamericano se vino abajo después de un golpe de fatalidad en el que cerró en exceso la bola.
La consecuencia inmediata de su impacto fue que el esférico voló en exceso hasta dirigirse a un árbol, con la mala fortuna de que, en lugar de despedir la bola, se alojó en una de sus innumerables ramas. Y aquí es donde vino su condena. El árbitro, que se había desplazado hasta el lugar, actuó como se debe proceder en estos casos: “Si quieres droparte con penalidad desde esta posición primero debes identificar que tu bola se encuentra realmente en el árbol”. Una tarea harto imposible debido a su altura.
Así pues, a Watson no le quedó más remedio que perder un golpe y encima deshacer lo andado para jugar su cuarto impacto desde la misma posición en la que había pegado su segundo. Un desbarajuste que lo llevó a patear dos veces para finalmente anotarse el 6 en un hoyo que, visto como se desenvolvió en el Nido de Serpientes, al final le acabó pasando factura.