Ye Wo-cheng es el único jugador nacido en 2000 que ya ha competido en el European Tour, el circuito de hombres jóvenes como Matteo Manassero (20 años) o ya maduros como Jiménez (49). Ye es un niño de 12 años. Su concurso en el Open de China ya está inscrito en el libro de los récords, pero particularmente no me hace gracia alguna.
Demasiadas prisas para un cerebro más que verde, aunque los réditos publicitarios para el organizador hayan sido espectaculares: el ‘peque’ ha recibido un seguimiento mediático sin precedentes y seguro que el patrocinador venderá más camiones y autobuses este año en la gran potencia asiática de más de 1.500 millones de habitantes.
En honor a la verdad hay que decir que el imberbe Ye se clasificó por méritos propios para este Open en su país, que nadie le obligó, que estaba feliz y que su familia le apoyó. Nada que objetar, por tanto.
Tampoco encuentro objeción al hecho de que la flota de vehículos del patrocinador se pueda incrementar por este «acierto» desde el punto de vista de la mercadotecnia.
Sin embargo, también tengo derecho a opinar y a pensar. Y digo que Ye jugará muy bien al golf, quizá lo haga sorprendentemente bien a tenor de sus 79 y 79 golpes en su estreno. Pero 12 años, la verdad, suman muy pocas primaveras.
Si tiene un gran talento, con esta irrupción en un mundo de adultos espero que no se derrita como le ocurre a una joya metida en una fragua. Confío en que dentro de unos años, Ye no esté arrumbado en el armario de los juguetes rotos. Al menos, que no le usurpen la parte final de su infancia. Eso, con los años, se paga.
Autor: Toni Tomas Redactor Agencia EFE