A lo largo de la atípica temporada 2019/2020 en el PGA Tour hemos sido testigos de multitud de situaciones en las que los jugadores han sido altamente penalizados por algunos de los hoyos que pueblan los campos de Estados Unidos. Unos campos en el que, pese a que no se han disputado torneos como el Masters de Augusta, el US Open o el PGA Championship, su preparación ha sido tan espectacular que no han hecho falta Majors para ver a los jugadores enfrentarse a problemas en los que han tenido que demostrar mucho nivel para intentar salir de ellos.
Y sí, hemos dicho intentar. De hecho, no hay más que ver la siguiente lista elaborada por Golf Digest USA para darnos cuenta de que algunas banderas han supuesto un auténtico desafío para cualquier competidor. Empezando por la duodécima del campo sur de Torrey Pines, donde se llevó a cabo el Farmers Insurance Open. Con un promedio de golpes de 4,438, este verdadero monstruo es conocido en el mundo del Golf por su puesta en escena -una línea recta desde el tee con unas inmejorables vistas al océano-.
Si ya es complicado encontrar la calle por sus escasos 23 metros de ancho, todavía es más difícil dejarla en el green -sólo lo logró en regulación un 34 por ciento de los jugadores-. Y es que esta es la clara muestra de que una mala salida te condena prácticamente al bogey como mal menor. Unos resultados muy parecidos a los que se viven en el histórico hoyo 16 de Muirfield Village, una bandera que se encuentra integrada en la mundialmente conocida trampa del oso y que se remodeló de arriba abajo a partir del Memorial del 2011.
Desde este momento el hoyo pasó de ser un par 3 benigno a una prueba de fuego -y eso que en este 2020 su longitud pasó de 209 yardas a 171-. Rodeado de agua y de tres bunkers, sólo el 36 por ciento de golfistas consiguió cazar el green a la primera. Números que hablan por sí solos cuando descubrimos que durante el Memorial de este pasado curso se jugó en una puntuación de 3,468. Pero si hay una bandera a la que han temido todos este año ha sido a la decimoctava del Golf Club of Houston, que se jugó en 4,501 golpes y le ha supuesto ser la más difícil de toda la temporada.
Para más inri, se juega por encima del par desde el año 2006 debido al agua de la parte izquierda y los bunkers de la derecha -con los 27 metros de ancho que tiene la calle-. Por si fuera poco, los jugadores intentan una salida controlada alrededor de las 300 yardas -el hoyo se jugó en 488– que les deja un incómodo hierro para acercarse al green, con lo que son pocos los que logran salir con éxito de esta situación. Una auténtica aventura que supuso el mayor desafío del curso.