Bubba Watson, el jugador que con su ‘Pink’ driver de PING ganó el Masters de Augusta, aprendió a jugar al golf sin un profesor y la cuestión, poco habitual, ha abierto el debate: ¿necesitamos un profesor para aprender a jugar a este deporte?
Watson, probablemente, se enmarque en el grupo de jugadores catalogados como geniales. Es decir, su talento es tan abrumador que ni siquiera precisó unas primeras clases para no solo comenzar a practicar el golf. También para avanzar en el aprendizaje autodidacta y disponer de un ‘swing’ lo suficientemente solvente como para completar muy buenas vueltas de golf.
Seve Ballesteros, ‘caddie’ en Pedreña cuando era un preadolescente, también se convirtió en un golfista autodidacta en sus inicios. El cántabro, un genio, después recibió constantes consejos técnicos de su hermano mayor para modelar un ‘swing’ que él mismo se había fabricado.
Pero más allá de estos genios y talentos desbordantes, como los citados de Bubba y Seve, nos ubicamos el resto de los mortales, y en esa terrenal condición nos cuestionamos si para adentrarnos en ese fantástico pero misterioso deporte necesitaremos un profesional de golf que nos oriente en la dirección correcta.
Para la Academia de Foressos Golf, que es de las más prestigiosas en la Comunidad Valenciana, una de las cosas «más importantes de este deporte es la técnica», que es a la vez una de las «partes más difíciles e imprescindibles para la práctica y disfrute del juego».
«Como sabemos», reza el ideario de Foressos Golf Academy, «no todo el mundo es igual». «Después de muchísimos estudios se ha demostrado que no todo el mundo aprende de la misma manera y unas cosas que para una persona pueden valer y funcionar a otras puede que no le sirvan de nada», explica.
Miguel Ángel Jiménez, de 48 años y uno de los mejores golfistas españoles de la historia, aseguró a OpenGolf que, en el ámbito profesional, «cada persona es un mundo y nada ni nadie es imprescindible».
«Siempre es bueno tener a tu lado alguien que te dé consejos, pero repito, cada persona es un mundo y nada ni nadie es imprescindible», reitera a OpenGolf el golfista malagueño.
¿Cuándo empezar?
“Cualquier edad es buena si tu hijo (a) desea jugar”, asegura Bob Rotella, el psicólogo estadounidense más famoso del ámbito del golf. En ese sentido, un buen truco para iniciar a los niños es llevarlos al campo y dejar que tiren bolas para ver si les gusta o llevarles en el ‘buggie’, que les emociona. Todo esto es mejor que obligarles a jugar.
En cuanto a los mayores, un repaso a la historia muestra como muchos grandes jugadores se formaron aprendiendo primero el juego corto, bajo la premisa lanzada por Harvey Penick: “El golf debería aprenderse empezando por el hoyo y progresando hacia el tee”.
Bobby Jones vivía en el hoyo 13 de un campo de Atlanta y pasó ahí muchas horas entrenando el chip, pitch y putt.
José María Olazábal nació en el campo de golf de Jaizkibel (Guipúzcoa). Su padre trabajaba y vivía en el club, y allí José Mari pasaba horas y horas practicando el juego corto.
A Tom Kite, Ernie Els y Phil Mickelson sus padres les construyeron un ‘green’ en el patio de su casa, y ahí desarrollaron su sensacional toque.
Más fácil con un profesor
Para dar correctamente los primeros pasos en el golf, jugadores, árbitros, gerentes de clubes y hasta los mismos principiantes son partidarios de dejarse aconsejar por un profesional de la materia. Si procuramos convertir nuestro swing natural en un movimiento que no tenga defectos ni vicios, tendremos una progresión mucho mejor que si, por no dar unas clases, nos acostumbramos a hacer un swing incorrecto.
Javi de Lope (profesional en el Alps Tour), Carlos García Simarro (campeón de la Orden de Mérito de la CV 2012) y Francisco Giménez (profesional y gerente de Panorámica Golf) coinciden en que «es totalmente imprescindible», la presencia del profesor durante el proceso de formación.
«Además de recomendable es necesario para cualquier jugador que quiera mejorar. Todos, incluido Bubba, seguro que alguna vez han tomado alguna lección o consejo de algún profesor», comentó Paco Jiménez, de Panorámica Golf y de la misma generación de Sergio García.
Dar clases para empezar a jugar al golf será, pues, recomendable y ayudará sin duda que el aprendizaje sea más eficaz. Si a esto le unimos el trabajo, el esfuerzo, el tesón y la transferencia de conocimientos de las clases a la cancha de prácticas y al campo, los resultados serán óptimos y más rápidos que si el jugador se instruye por su cuenta.
El autodidacta de habilidades comunes (hábil para los deportes en general) corre el peligro, incluso, de repetir inconscientemente un movimiento mal aprendido, que restará eficacia al juego. Después, la corrección de ese movimiento será más compleja y duradera en el tiempo.
El profesional alicantino Pascual Jiménez recuerda a OpenGolf que «de cada 150 jugadores, uno es autodidacta». «Es muy difícil hoy en día no tener a nadie a tu lado. Siempre hay algo que corregir en un jugador, por eso pienso que es imprescindible tener un profesor a tu lado», apunta el ‘caddie’ de Jiménez en el último Masters de Augusta.
Lo importante
También será importante para el jugador que se inicia, o para el ya experimentado, saber qué debe aprender y cómo debe transferirlo a su tiempo de práctica. Es sabido que no por mucho practicar se mejora más rápido, aunque en contraposición la ausencia de práctica nos impedirá crecer como golfistas.
Para entender mejor lo anterior, nos puede servir una de las pautas de Dave Alred, uno de los entrenadores del inglés Luke Donald, quien lidera el ránking mundial aunque ahora en alternancia con Rory McIlroy.
Alred, ‘coach’ de elite de rugby, le transmitió a Donald la necesidad de dar a sus sesiones de prácticas un ‘aire de inevitabilidad’. Es decir, tomar cada golpe de entrenamiento como si fuese el más importante del día, tan importante como los que debe dar en una ronda de competición. De tal manera, Donald tiene un número determinado de bolas para sus prácticas. No se trata de que Luke pegue bolas a mansalva, sino que cada una tenga una elevada importancia.
La técnica, para Dave Alred, tendrá su entrenamiento específico, evitando aquí ese ‘aire de inevitabilidad’.
Muchos jugadores se quejan de que no son capaces de transmitir sus buenas sensaciones de la cancha de prácticas al campo de golf. La clave podría estar en generar a cada golpe y a cada bola en los entrenamientos una importancia capital, de tal manera que estemos practicando como si golpeásemos en el campo.
Alred llevó al golf lo que ocurre en el rugby, cuando un jugador se enfrenta a un golpe de castigo o una transformación de un ensayo. No hay una segunda oportunidad. El golf tampoco ofrece una segunda oportunidad, y por eso la practica no debe ser meramente una repetición de gestos técnicos. La técnica, no obstante imprescindible, es la que nos enseñan correctamente los profesionales en sus clases.