«Esto es para ti», sollozó José María Olazábal mientras miraba al cielo de Medinah en el hoyo 18. Europa había ganado la 39 Ryder Cup, y Seve Ballesteros lo debía estar celebrando desde el mismo sitio donde miró Olazábal.
La victoria fue épica por la remontada casi increíble ante una desventaja de 4 puntos (10-6). ¿Podemos?, no. ¡Vamos a conseguirlo! Fue la gran frase de Olazábal en su arenga final a sus jugadores en la sala. Todos unidos como un piña para borrar el golf superior que los estadounidenses habían desplegado entre viernes y sábado. Era un domingo para hombres, para golfistas y para Seve. Y todo, absolutamente todo, salió perfecto.
Para empezar, funcionó la estrategia diseñada por el capitán español. Olazábal colocó a sus cuatro pesos pesados en vanguardia. Para abrir fuego. Y vaya que acertaron con sus blancos.
Luke Donald, Rory McIlroy, Ian Poulter y Justin Rose sumaron los primeros cuatro puntos. La ventaja norteamericana se había esfumado. De un plumazo. En pocas horas.
Con esa fuerza extra, el escocés Paul Lawrie, hasta ahora en la sombra, le dio un soberano revolcón al mismísimo Brandt Snedeker, el último campeón de la FedEx Cup. Snedeker entregó la toalla en la hoyo 15, por 5 y 3.
La fuerza de Seve en las bolsas, en la manga izquierda de los polos, en la indumentaria con la que el pedreñero ganaba sus Open Británicos (pantalón azul y camisa blanca)… Todo eso se hacía notar sobre la hierba impoluta de Medinah.
La traca final fue una oda a la garra y la fe en la victoria: Sergio García ganó su punto en el 18 a Jim Furyk; Westwood destrozó a Matt Kuchar (3 y 2), y por último el alemán Martin Kaymer aseguró en el penúltimo partido de individuales el empate y por tanto la Ryder Cup, tras doblegar al veterano Steve Stricker.
Fue entonces cuando el hoyo 18 fue un clamor de jugadores europeos abrazados, carreras, saludos, gritos y lágrimas por un triunfo de la fe contra la montaña de Medinah.
La empresa estaba conseguida, pero Olazábal merecía volver a casa con un triunfo, y ese se lo dio Molinari al empatar con Tiger Woods en el último movimiento de una Ryder Cup mágica, para el recuerdo.