El presidente de los Estados Unidos se subió al Air Force One con atuendo deportivo y destino a un campo de golf en Hawai. Media hora antes, Barack Obama había firmado en el Congreso el nuevo plan fiscal y con el método del bolígrafo-robot. ¿Alguien en aquel país se rasgó las vestiduras?
La opinión pública norteamericana ni se inmutó, como tantas otras veces, porque su máximo mandatario se marchara a practicar su afición preferida tras abordar de frente sus labores para las que fue votado mayoritariamente. Hecho el trabajo, el golf ocupó su tiempo. Y para Obama, aquí paz y después gloria por sus paisanos.
Obama se fue a jugar al Marine Corps Kaneohe Klipper Golf Course, propiedad del Ejército e la isla de Oahu cuya capital es Honolulu.
Sirva esto como ejemplo para otras latitudes, que jugar al golf no es sinónimo de holganza. Se puede perfectamente completar bien el trabajo y jugar después al golf como buenamente se pueda. Que no es pecado la segunda cuestión. La etiqueta va sobrando, aunque bajar el hándicap ya es otro tema.