Txema o José Mari es un hombre tan pétreo por fuera que, inevitablemente y por dentro, está inundado de sensibilidad. Valga el símil, Olazábal es como una tortuga: un gran caparazón para proteger muchas partes blandas y buenas. Esa es la imagen a grandes rasgos que tengo de él en los años que le he seguido por los mejores torneos: Masters de Augusta, Open Británicos, Ryder Cups y los organizados en España.
Aprendí con el tiempo a cómo tratar como periodista a este señor del golf, recién premiado en la categoría de Deportes del Príncipe de Asturias. Les aseguro que no es sencillo cuando Txema está ‘caliente’, que en golf y como saben ocurre en muchas ocasiones. Leer análisis aquí
En cambio, en frío y con el tiempo todos los minutos con él parecen pocos en una entrevista o en una charla ‘off de récord’. Su sabiduría del golf, de los valores humanos y de la vida es extensísima. Estas tres cualidades y sus títulos como deportista me parecen razones suficientes para este premio de sangre azul, el color también de Europa en la Ryder y del club de fútbol que le nombró socio de honor, la Real Sociedad.
José Mari está fabricado de una pieza. Extremadamente firme. Honrado. Incluso, rebuscando, trufada de un buen sentido del humor.
Nunca tuve de su parte una mala respuesta. Entendí cuándo se le podía preguntar y repreguntar y cuándo mantener una distancia prudencial. Es un hombre con un fuerte carácter, debido probablemente a la idiosincrasia de los nacidos y criados en su tierra vasca.
Firmé en el libro de apoyo a su candidatura, como miles de aficionados al golf. Su nombramiento me ha llenado de emoción, y me alegro de que su designación haya vencido la resistencia de algún miembro del jurado cuyo nombre no daré pero que conozco y que, no sé por qué razón, odian al golf. Pues para estos últimos, ¡salud!
Autor: Toni Tomas Redactor Agencia EFE