El electricista Manuel Fernández Castiñeiras, presunto autor del robo del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela, aseguró en su testimonio que fue un encargo de responsables del templo.
La finalidad de tal operación (en realidad ampliamente conseguida) sería publicitaria: dar repercusión, fama y nuevos bríos al mausoleo apostólico, cuya recaudación baja de forma notoria en los años ordinarios, es decir, los que no son santos. A cambio de la sustracción del valioso manuscrito, el extrabajador de la basílica recibiría dinero. Luego, en una fecha señalada, el volumen volvería a su lugar en perfecto estado.





