Parece que fue ayer mismo cuando un alegre Seve era capaz de vencer a las adversidades y adjudicarse su primera Chaqueta Verde. Era el año 1980 y el genio de Pedreña tenía por aquel entonces 23 primaveras. El mundo entero le veía ganar en uno de los escenarios con más renombre de la historia su segundo Grande después del British Open de hacía unos pocos meses.
El cántabro acababa de destapar el tarro de las esencias al otro lado del charco y la gente comenzaba a preguntarse en voz alta quién era ese chaval de perpetua sonrisa capaz de realizar golpes que algunos ni siquiera eran capaces de imaginar.
Fue la primera gran conexión de Ballesteros con el Augusta National, una relación que le dejaría una huella imborrable en sus 28 apariciones sobre la hierba del complejo de Georgia. Era historia viva del torneo y el momento de apagar las velas de la tarta se convirtió casi en una cita obligada del programa anual del Masters.
“El golfista de los ardientes ojos”, como le llegó a calificar The Independent, tenía algo que no se aprende sobre un campo de golf y que atemorizaba a sus rivales: carisma. Y fruto de él llego su segunda Chaqueta Verde en 1983, una de las ediciones más recordadas por lo igualado de su final tras haber sufrido el campo una devastadora lluvia que hizo retrasar el desenlace hasta el lunes 11 de abril, 48 horas después de celebrar su 26º aniversario.
Seve arrancaba la jornada en el T2 con cinco por debajo del par, a la caza de los estadounidenses Floyd y Stadler, a un golpe de distancia. Nueve hoyos más tarde, superada la parte más complicada del campo, el resultado del español era de -10, aventajando en cuatro impactos a sus máximos rivales. El desenlace ya lo conocen.
El mismo Stadler enfundó a Ballesteros su segunda Chaquete Verde ante los aplausos del público. El cántabro acababa de bordar su nombre con letras de oro en el imaginario colectivo. No solo acababa de lograr su segunda victoria en territorio prohibido para los europeos, sino que colocaba a España en el mapa de este deporte.
Hoy, 9 de abril, Seve Ballesteros, el hombre que cambió el golf, hubiese cumplido 59 años. Hoy, como desde hace cinco, esta semana es un poco más nublada en Augusta. Allá donde estés muchas felicidades, Maestro.