Obviar que el mundo ha cambiado desde que hace unos pocos años los smartphones llegaron al mercado es ignorar el avance de la sociedad. Sin embargo, como toda herramienta que se precie, estos teléfonos inteligentes tienen sus pros y sus contras. El aspecto positivo es evidente, el conocimiento en la palma de la mano. La parte negativa también la podemos ver a diario, cuando en las cafeterías o en los restaurantes algunas personas están más preocupadas de los mensajes que reciben que de mantener una conversación con quien tiene enfrente. Esto se suma al auge de las redes sociales y la necesidad perpetua de mantener informado al mundo de todo cuanto rodea a nuestro día a día.
Ya sean fotos o vídeos las personas parecemos vivir con una obligación de inmortalizar todo lo que pasa a nuestro alrededor, algo que también se puede apreciar a simple vista cuando se viaja a cualquier evento deportivo. No hay más que ver la comparativa entre dos fotografías tomadas con 16 años de diferencia sobre dos salidas de Tiger Woods en el Open para darse cuenta de esto. En una, la de 2002, todos los espectadores se encontraban bolsillos en mano esperando impacientes el golpe del californiano; en la otra, la de este 2018, no había un solo fan que no se encontrara siguiendo la acción a través de la pantalla de su teléfono.
2002 ? 2018
How watching Tiger has changed post-smartphone. pic.twitter.com/CGZd0kQpBM
— Jamie Kennedy (@jamierkennedy) August 8, 2018
Más allá de la curiosidad, que es evidente, nuestra reflexión va más allá. El contacto con la tecnología 24/7 nos está poniendo una barrera en las relaciones personales que está provocando episodios tan desagradables como el vivido en la pasada Ryder Cup. Y es que Corine Remande, la aficionada que perdió la visión de un ojo como consecuencia de un Impacto de Brooks Koepka durante el primer día de competición, ha denunciado algo que nos aterra y que nos tiene que hacer reflexionar sobre si merece la pena abrazar sin condición la smarphonemanía.
La espectadora ha comentado en una reciente entrevista que, mientras ella se encontraba en el suelo retorciéndose de dolor por el impacto del bombardero estadounidense, nadie se acercó a socorrerla en los primeros instantes de producirse el accidente. Por el contrario, todos sacaron su teléfono para ser los primeros en subir a las redes la “exclusiva”, ignorando que un ser humano necesitaba ser atendido con carácter urgente. Si este es el mundo al que nos está llevando el imparable avance tecnológico -como diría Groucho Marx– que lo paren, que nos bajamos.