Alguien no nos contesta inmediatamente un WhatsApp, un conocido no nos saluda a la entrada de la casa club, tenemos que tomar una decisión importante, algo en el trabajo nos preocupa y no encontramos solución… Nuestra mente está siempre en constante ajetreo y a veces nos parece que puede llegar a explotar.
Sin duda, nuestra manera de pensar, unido a todos los estímulos, la exigencia y la presión diaria nos genera estrés. Nuestro cuerpo comienza a producir cortisol en grandes cantidades, nuestro corazón comienza a latir más fuerte de lo necesario, nuestros músculos se tensan, nuestros órganos digestivos no tienen la energía necesaria para realizar el proceso de manera óptima -produciendo problemas estomacales, digestivos, de riñón e incluso del hígado-. Por si fuera poco, también aparecer síntomas de ansiedad y sensación de ahogo. Y cuanto más sentimos esto, más nos agobiamos creando un bucle que parece que no tiene fin.
Todo esto nace de nuestros pensamientos. Sí, es cierto que las circunstancias ayudan a que le demos duro a la mollera, pero nuestra responsabilidad es elegir qué actitud y, por tanto, pensamientos queremos generar. Y no, no es tan fácil hacerlo como decirlo. Desde pequeñitos hasta la actualidad, en nuestro entorno, familia, estudios, círculo de amigos, trabajo, deporte, se nos ha evaluado constantemente por nuestro desempeño, por expectativas cumplidas y los logros conseguidos. Esto es lo que en nuestro día a día nos hacer darle tanto al pensamiento y lo que, en ocasiones, nos genera un vértigo por temor a equivocarnos o a no hallar respuesta a algunos problemas.
Una vez leí un estudio que decía “el 95% de las cosas que nos preocupan y nos inquietan en el día a día, ocupando nuestra mente, no llegan nunca a suceder”. Según este estudio, tendemos a poner nuestros miedos a disposición del pensamiento y creamos “historias” que no tienen nada que ver con la realidad. Dejamos de confiar en nuestra capacidad resolutiva de nuestra experiencia acumulada y sobre todo de nuestro subconsciente. Y esto pasa mucho en el Golf. A veces entrenamos, vamos a clase, estamos bien y, de repente, en los dos primeros hoyos me hago dos rayitas y parece que todo se hunde y nuestro swing desaparece por completo.
Tu pensamiento entra en escena y trata de dar sentido a todo lo que está ocurriendo y se pone en funcionamiento el sistema de nervioso simpático, que hace que aumente la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria, se contraigan los vasos sanguíneos y se reduzcan los jugos digestivos… y ahora estás en modo alerta.
Hoy hablamos de la importancia del pensamiento subconsciente, que en estudios recientes de la neurociencia ocupa el 95% de nuestra actividad cerebral. El 5% residual es pensamiento consciente y en muchas ocasiones interfiere en nuestro rendimiento y en otras muchas nos ayuda a seguir aumentando nuestra intuición y la estructura cerebral para automatizar y ahorrar mucha energía en nuestro día a día. Veamos cómo aplicar esto en un campo de golf.
Si has entrenado, tienes interiorizado tu swing natural, tu subconsciente hará que emerja solo si no generas interferencias a través de tu parte más racional. Todo el ruido que generamos a través de pensamientos o lenguaje negativo, no nos permitirá conectar con el aprendizaje natural de nuestro subconsciente. Como dicen unos jóvenes amigos navarros: “Pega a la bola como si no hubiera consecuencias”. ¿Qué puede ocurrir? Si tenemos grabado el swing en nuestro interior, eso significa que, si lo dejas fluir, al final saldrá.
Es un recurso muy utilizado por deportistas de alto rendimiento, pero en ocasiones se utiliza erróneamente. La visualización no se trata de pensar por dónde sube o baja el palo, cómo tengo las caderas posicionadas, las muñecas o la cabeza. Se trata de pensar menos y sentir más. Es visualizarte en primera persona, sintiendo tu cuerpo relajado, viviendo el movimiento del swing, cómo cambia el peso de tu cuerpo, las sensaciones del entorno, lo que ves, lo que escuchas, incluso el olor. En ocasiones, hay profesionales que trabajan una técnica mental que se trata de crear un estado de ánimo feliz, imaginar lugares especiales donde te sientes bien, hace que el nivel de estrés disminuya y rebaje la tensión.
Esto lo puedes hacer durante una ronda. A veces, estamos tan inmersos en nuestros pensamientos que no nos damos cuenta de todas las maravillas que tenemos a nuestro alrededor. Conectar con la naturaleza ayuda a tranquilizarnos. Se trata de “caminar más lento”. Visualizar y sentir para desacelerar.
Nuestro cuerpo está totalmente vinculado a nuestro subconsciente. Nuestros gestos faciales y corporales son el espejo de nuestros pensamientos. Cambia tu cuerpo y ayudará mucho a generar nuevos pensamientos. Ir más recto, caminar despacio pero firme, levantar la mirada, sonreír… Son mensajes directos a nuestra mente que logran generar la calma necesaria para afrontar el siguiente golpe con la tensión adecuada. Cuantas menos interferencias existan entre nuestro cuerpo y nuestra parte subconsciente, más conectados estaremos con nuestro swing natural.
De esto hemos hablado en otras ocasiones y seguramente iremos hablando mucho más, pues está más que demostrado que nuestro lenguaje interior produce un efecto directo en nuestra emocionalidad y estado de ánimo. Establece intenciones de estar relajado, tranquilo y confiado. Y no lo hagas solo los días de partido, hazlo en tu día a día, el Mindfulness del que hablamos en anteriores artículos es una gran herramienta para trabajar este aspecto. Crea un hábito de mensajes productivos y que sumen a tu vida.
Desde luego, parece una obviedad, pero cuántas veces has hecho una salida al campo y en el hoyo 11 tenías ganas de acabar por diferentes circunstancias. Si no logramos disfrutar en un torneo en el que hemos hecho 24 puntos, tendríamos que preguntarnos de qué depende nuestro disfrute. Todos los días no son iguales, los resultados en muchas ocasiones dependen de muchos factores. Pero, os aseguro, que el disfrute depende de nosotros mismos únicamente. Solo a través del disfrute lograremos conectar con nuestro swing interior. Porque el swing interior es mucho más que un buen resultado, es el vínculo con nuestro Ser más auténtico.
¿Puede haber mejor resultado?
David Espinosa es Coach Deportivo y facilitador de procesos en equipos. Además de un apasionado del golf e investigador de todo el backstage que implica este gran juego en la parte mental y emocional.