El Golf es, en muchas ocasiones, magia. Ese bunker shot perfecto al fondo del agujero, ese approach larguísimo que se queda a centímetros de entrar o, incluso, intenciones de hacer algo diferente. Sí, está claro que de las intenciones no viven los profesionales, pero no es menos cierto que añaden espectáculo al torneo y una sonrisa al espectador, que está como loco esperando de qué manera resuelven los problemas los auténticos artistas de este deporte.
Porque desde la calle todos podemos conseguir un golpe más o menos acertado. Pero el problema viene cuando el espeso rough entra en escena. En este momento es cuando la cabeza del jugador empieza a echar humo para averiguar de qué manera llevar la bola a las inmediaciones de bandera. Y surgen cosas tan alucinantes como la que realizó el inglés Matt Southgate en el Irish Open del curso pasado, un golpe con el sello Seve que bien merece la pena recordar.