Ya tenemos lío montado en torno al presunto dopaje en el golf y el impulsor ha sido nada menos que el australiano Greg Norman, el ganador de 91 torneos en todo el mundo. “El Tiburón Blanco” ha recordado pasajes de su mejor etapa como jugador en activo y ha revelado que muchos de sus coetáneos usaban betabloqueantes para frenar los estados de ansiedad y pánico.
La presencia de estos medicamentos en los controles antidopaje darían hoy resultado positivo, aunque en aquella etapa no existían ese tipo de pruebas en golf. La detección de sustancias dopantes en golf entraron en vigor en 2008 en todos los circuitos profesionales más importantes. Los betabloqueantes como denominación genérica fueron incluidos en la lista de sustancias prohibidas.
«En mi etapa, muchos jugadores tomaban betabloqueantes», dijo Norman, de 57 años y en una entrevista que publica ‘The New York Times”.
“Nadie lo reconocía abiertamente, pero era algo sabido entre nosotros. Cambiaba la personalidad del jugador. En rondas de prácticas o partidos amistosos, veíamos al tipo real bajo estrés. En competición era como una persona diferente, más tranquila. Los nervios son una parte muy importante de este juego», precisa Norman.
Hay que recordar en este sentido que los betabloqueantes ‘bloquean’ los efectos de la adrenalina en los receptores beta del organismo. Esto retarda los impulsos nerviosos que pasan por el corazón. Por consiguiente, el corazón no tiene que esforzarse tanto porque necesita menos sangre y oxígeno. Se considera dopaje porque producen una disminución de la frecuencia cardíaca y, lo que es más importante, una disminución de temblor esencial. Los usan fraudulentamente tiradores con arco y de foso olímpico (tiro) en sus diferentes modalidades.
El asunto de los bloqueadores beta en el PGA Tour ha saltado esta misma semana a la actualidad en la persona del golfista Charlie Beljan. El estadounidense ganó el domingo el Children’s Miracle Network Classic dos días después de ser hospitalizado con un ataque de pánico. Beljan podría verse obligado a pedir una exención médica si le son recetados ciertos medicamentos para combatir esos ataques de pánico, con el objeto de eludir un posible positivo por dopaje.