Todos nos hemos congratulado por el triunfo de Rafa Cabrera-Bello en Dubai, y lo hemos calibrado como un hecho de gran importancia. La victoria ha metido al grancanario en el grupo de alta gama que hoy por hoy mejor exporta el golf español, por este orden, Sergio García, Álvaro Quirós, Castaño, Jiménez y Olazábal, este último, en verdad, el primero por su pertenencia al Salón de la Fama. Casi nada.
Aun con el enorme esfuerzo que el talentoso Rafa ha hecho para llegar hasta este punto, creo que es ahora cuando le vendrá la peor parte de la gesta: mantener el estatus.
Llegar es difícil, pero conservar el puesto lo es aún más. Eso lo saben bien los deportistas en general, los actores, los músicos, los empresarios de éxito o los abogados pespicaces.
En su favor para esta última causa recordaré que Cabrera-Bello ya no es solamente un chaval con talento. El de Maspalomas tiene 27 primaveras, está curtido y su cabeza parece muy bien amueblada. Y lo más importante, posee determinación y espíritu de sacrificio, que en esto del golf resulta básico.
En Dubai ha demostrado calidad de juego y capacidad mental para aprovechar durante cuatro días consecutivos un ‘momento caliente’, esa sensación que experimenta el jugador cuando es capaz de dominar simultáneamente el vuelo de la bola, el toque en los ‘greens’ y su mente. Es el ‘feeling’ ganador, que normalmente va y viene.
Con esos argumentos sólidos en su interior, su estrategia debería a partir de ahora transitar en dos direcciones: conservar intacto ese ‘feeling’ de golfista y ahondar más aún en su papel de deportista.
Toca planificar con sabiduría la agenda, adecuarla a la preparación física y aplicar nuevos ajustes mentales para lo que se avecina. Y eso que Rafa exhibió en Dubai músculo tonificado, perfecto temple y mucha serenidad. Pero cuidado, porque tendrá que desempeñar a partir de ahora otro papel, y no precisamente secundario.
Autor: Toni Tomas Redactor Agencia EFE