En primer lugar, quizá sería bueno explicar qué es la rabia desde el prisma de la inteligencia emocional y como una de las emociones primarias que nos configuran como personas. La rabia es una reacción psico-biológica ante un estímulo que nuestro sistema considera como injusto. Es una alerta de que algo no está como realmente deseamos. Por lo tanto, nuestro cuerpo predispone toda nuestra estructura vital para dar solución, poner límites o cambiar todo lo necesario para mejorar esta situación. Todo se pone a disposición para pasar a la acción, aumento de tensión arterial, musculatura activa, aumento de temperatura corporal…
En deporte, habitualmente a la regulación de esta emoción se la llama “tensión competitiva”. Y es que la rabia bien gestionada nos ayuda a concentrarnos, a poner mucho más foco en la solución en vez de en el problema y a ejecutarlo en momento presente. Sin embargo, en el golf el aumento de las pulsaciones, cuando esta emoción se desboca y nos enfadamos, suele ir en contra de nuestros intereses. Sin darnos cuenta y de manera inconsciente, nuestro cuerpo está más rígido, cogemos el palo con más fuerza, la flexibilidad en el giro es menor e incluso la distribución de pesos no se hace tan fluida, entre otros muchos y pequeños cambios físicos que se producen en el cuerpo.
Y aquí está la diferencia. Una cosa es utilizar está emoción básica a nuestro favor para favorecer nuestro juego a través de la concentración y otra es alimentarla con pensamientos negativos, de culpa o en tono machacantes y repetitivos. Estos pensamientos recurrentes es lo que hace que nos vayamos fuera de punto, abandonemos nuestra concentración y en ocasiones nos quedemos bloqueados en el putt de medio metro que fallé hace tres hoyos. El exceso de rabia nos ancla en el pasado y no nos permite centrarnos en el presente.
La rabia, como emoción fisiológica que nos genera el desarrollo de una acción concreta debería estar presente, únicamente, en el momento de planificar el golpe y ejecutarlo. Al planificarlo, solo debería de estar en nuestra cabeza dónde quiero enviar mi bola, los factores meteorológicos o el palo que voy a dar. Dejar algo de espacio al mal golpe que di en el anterior hoyo, nos creará una tensión excesiva que posiblemente nos provocará nuevos errores.
Y es que cuando surge esta emoción podemos actuar de 3 maneras:
Reprimir: Es contenerla de manera que, aún estando dentro no soy capaz de mostrarla. No es una emoción bien vista y desde pequeños nos enseñaron a no expresarla. Al final, el globo se va hinchando y toda esa presión sale de alguna manera.
Explotar: Es cuando tenemos la “mecha fina” y ya en el hoyo 2 estamos enfadados con el campo, los bunkers, el palo, los bichos, los “políticos” o el aire que respiro. Es estar enfadado porque no me sale todo perfecto en todo momento. La frustración está presente en cada mal golpe.
Expresar: Se trata de la capacidad de gestionar de manera efectiva nuestros “conflictos” internos o externos.
Poniendo un ejemplo de la vida cotidiana, en un conflicto con tu pareja por algo que te sienta mal, porque consideras que es injusto o que simplemente no estás de acuerdo, podemos “explotar” y comenzar a discutir de manera irrespetuosa, podemos “reprimirnos” y callarnos, evadiendo la conversación, acumulando tensión o podemos “expresar” con respeto y buscando soluciones para construir algo nuevo.
En golf es lo mismo, ante un mal golpe lo primero que debe ocurrir es un rápido análisis, sin quedarnos “pillados” en él. Lo segundo es centrarnos y ceñirnos a la nueva situación a resolver y tercero simplemente ejecutar. A esto los buenos golfistas lo llaman comprometerse con el golpe. Y esto nace desde esta gran emoción que se llama Rabia. Así que, en cada golpe, “frunce el ceño”, centra toda tu atención en el golpe que toca y sobre todo asegúrate de que tu cabeza no se ha quedado jugando el anterior hoyo. Si logras que tu cuerpo, mente y emoción jueguen a la vez, te aseguro que los resultados serán otros.
David Espinosa es Coach Deportivo y facilitador de procesos en equipos, además de un apasionado del golf e investigador de todo el backstage que implica este gran juego en la parte mental y emocional.