Hace casi 1o años seguí durante un par de hoyos al entonces Rafa Cabrera en un Open de Madrid, en el Club de Campo. El grancanario era aún ‘amateur’ y lo acompañaba su padre como ‘caddie’. Aquel muchacho parecía que atesoraba talento, pero temblaba como un flan entre profesionales de renombre. Además, su planta recordaba más a la de Don Quijote -solo por su estilizada figura- que a la de Carl Lewis, por entonces el fibroso musculado que volaba como un antílope sobre el tartán de las pistas de atletismo.
Llegados desde ese instante pretérito a la actualidad de Finca Cortesín, donde se disputa el Volvo World Match Play, salta a la vista que el ahora Rafa Cabrera-Bello -entonces solo Cabrera- presenta un físico imponente: muy trabajado en el gimnasio en las extremedidades superiores y en el tronco, y potenciado el tren inferior de manera sobresaliente. En resumen, Rafael se ha convertido en un golfista-atleta. Ha ganado masa muscular (varios kilos) y rellenó de potencia el esqueleto que sostenía a aquel ‘amateur’ que tiritaba en el Club de Campo madrileño.
Los resultados de la transformación física de este joven de 28 años es muy explicativa: acaba de tumbar al alemán Martin Kaymer, el séptimo jugador del mundo y el mejor del ránking en Finca Cortesín; es el nº62 de la lista mundial, escalón al que llegó tras ganar en Dubai hace unos meses, y está muy cerca de clasificarse para el próximo Abierto de los Estados Unidos, para lo que necesita acabar el domingo entre los 60 mejores del escalafón mundial.
O mucho me equivoco o estamos ante un ‘pedazo’ de golfista que ya está en la elite y en breve sorprenderá a quien todavía no le vea venir a toda velocidad por la autopista del golf mundial. Y que conste que Rafa, al contrario de lo que sufrió como chaval en aquel torneo de Madrid, no solo no tembló en el World Match Play, sino que acabó como un coloso ante Kaymer, el alemán que fue no hace mucho el líder mundial.
Autor: Toni Tomas Redactor Agencia EFE